viernes, 8 de enero de 2021

¿EXISTE LA CONTAMINACIÓN ESPIRITUAL? ¿QUÉ ES?












¿EXISTE LA CONTAMINACIÓN ESPIRITUAL? ¿QUÉ ES?
Parte I

No son muchos los temas que causan reacciones tan diversas, en los amplios y vastos ámbitos eclesiales, como los relacionados con el mundo de las tinieblas. Desde el miedo a la sola mención, pasando por inseguridades, temores, recelo, vergüenza, incomprensión, falsas concepciones. Una cuestión, con fuerte presencia durante algunos siglos, pasó por diversos estadios hasta llegar a silencios profundos incluso en las predicaciones y en el ejercicio catequístico. 

Sin dudas entre los temas emergentes, luego de la irrupción de la Renovación Carismática en el seno de la Iglesia Católica, este ha sido uno de los que más inquietudes, cuestionamientos y hasta cierto interés despertaban. De hecho hoy es mas posible que un encuentro sobre liberación llegue a convocar cientos de personas mientras que uno referido a la conversión apenas reúna un pequeño resto.

Escuchar hablar sobre “contaminación espiritual” dejó de ser una cuestión extravagante, rara, pero se requirieron años de discernimiento, estudio, desarrollo teológico y pastoral para poder equilibrar lo que en un principio, entre nosotros, carismáticos, no había. 

Como en todo camino de búsqueda existieron excesos para un lado y para el otro, al punto que no contábamos con una adecuada formación en nuestros servidores que pudiesen orientar vidas y ministerios. Los excesos condujeron, en algunos casos, a posturas que, pisando terrenos resbaladizos, no tardaron en anclarse en un “relativismo”. 

¿Por qué estos temas encontraron espacio dentro de la renovación? Creo que fundamentalmente porque en la renovación halló su espacio todo aquello que estaba abierto a la natural libertad del Espíritu y, donde hay libertad, siempre nace como fruto precioso la acogida fraterna. Y donde hay acogida aparecen los dolientes, los marginados, los que no encuentran respuestas, los que caminaban por valles de muerte, los que andaban en las periferias existenciales que hoy, Francisco, después de más de 50 años de aquella ola arrasadora puso en el tapete.
¿Podían imaginar aquel grupo de jóvenes reunidos en Duquesne todo lo que acontecería y despertaría el obrar de la Gracia? Sin la menor duda, no. 

La floreciente renovación en el Espíritu seguramente nunca pensó en transitar estos caminos, y menos aún, tener que enfrentar y asumir ministerios relacionados con esta temática, pero sin dudas, en los planes de Dios todo encajaba.

Volviendo a la pregunta inicial sobre si existe o no, la llamada contaminación espiritual que forma parte de estas realidades tal vez podamos decir que, el acoger, escuchar, orar, abrazar la vida de los que llegaban a los grupos de oración unido a la acción poderosa del Espíritu que derramaba dones sin medida, hicieron que apareciera en la vida de la corriente de gracia la necesidad de tener claridad espiritual, conceptual, teológica de aquello que Pablo con desenvoltura hablaba a los Efesios en el capítulo 6: “Porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y sangre…”

Cuando no se logra definir correctamente, difícilmente se puedan encontrar respuestas porque el lenguaje se vuelve confuso ante planteos ambiguos.
Y como dice el dicho: “a río revuelto, ganancia de pescadores”.

Lo primero será buscar comprender qué entendemos por “contaminación”. Es una palabra derivada del latín: “contaminatio”. El término latino significa mezcla, combinación, y proviene del método dramatúrgico que empleaba Plauto, gran comediógrafo romano, que combinaba diferentes piezas teatrales griegas para generar una nueva al estilo romano.

También se habla de contaminación cuando “en un entorno ingresan elementos o sustancias que normalmente no deberían estar en él y que afectan el equilibrio del ecosistema”, es decir es “una acción nociva” que altera las condiciones normales. Por lo tanto la “contaminación” es algo que viene a “corromper lo original”.

El mundo natural está sujeto a leyes y principios, todos lo tenemos claro, pero parecería que necesitamos hacer cierto esfuerzo para comprender que en el mundo espiritual acontece lo mismo, que está regido por leyes y principios. Todos sabemos de la existencia de la ley de la gravedad. Todo cuerpo que tiene masa, se encuentre donde se encuentre, está sujeto a esta ley natural. En el mundo espiritual todo se encuentra sujeto a leyes inmutables y Pablo, en la carta a los Romanos, nos presenta una de esas leyes: “el salario del pecado es muerte”. Es decir, no importa si piensas o no piensas en esa Ley, si crees o no crees en ella, las consecuencias estarán presentes porque no hay nada en la vida que no implique una relación de causa y efecto. Podemos conducirnos sin considerar las consecuencias de nuestros actos, pero aún así, los efectos se harán sentir.

Vemos claramente que existe una correlación entre contaminación y corrupción. Lo que comúnmente llamamos “contaminación espiritual” es, de hecho, cualquier tipo de contacto con realidades capaces de corromper en nosotros la originalidad (imagen y semejanza de Dios), la verdad o la acción de Dios en nuestras vidas.

En ese péndulo de extremos entre “todo es contaminación” y “todo es relativo” se abrió espacio una realidad llamada “New Age” (Nueva Era) que, entre muchas cosas, es un flirteo, un coqueteo, con realidades ajenas a nuestro ADN espiritual y sujetas al principio de “causa y efecto”.

No debemos tampoco confundir, equiparar “contaminación espiritual” con “contaminación demoníaca”. Aunque se encuentren ligadas y una retroalimente a la otra, tienen claramente orígenes y expresiones diferentes. Es importante aprender a utilizar los términos apropiadamente para percibir que las contaminaciones espirituales en general son “algo dañino” puede estar influyendo, ya sea directa o indirectamente sobre nuestras vidas. Y ese “algo dañino” no viene de Dios.

Miguel Angel Yunges
Comunidad Piedras Vivas

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