sábado, 16 de enero de 2021

COMPRENDIENDO LA PALABRA 160121


El manso y suave médico de almas

Padre muy tierno, cuando la raza humana estaba yaciente y herida por el pecado de Adán, le ha enviado el médico, su Hijo querido, el Verbo de amor. Cuando yo estaba abatido, languideciendo en la negligencia y una espesa ignorancia, usted, el muy tierno médico, Dios eterno, me ha dado una suave y dulce y amarga medicina, para sanarme y sacarme de mi enfermedad.

Era suave, porque es con su caridad, con su suavidad que se manifestó, usted, dulzura mayor que toda dulzura. Aclaró los ojos de mi inteligencia con la luz de la santísima fe. En esa luz, según quiso que lo descubriera, conocí la excelencia y la gracia que confirió a la raza humana dándose enteramente a ella, Dios verdadero y hombre verdadero, en el cuerpo místico de la santa Iglesia. (…) ¡Oh amor inefable! Revelando todo esto, me dio un medicamento dulce y amargo para sanarme de mi enfermedad, arrancarme a mi ignorancia y tibieza, reanimar mi celo y ¡provocar un ardiente deseo de recurrir a usted!

Me mostró así su Bondad y los ultrajes que recibe de todos los hombres, especialmente de sus ministros. Quiso que el torrente de lágrimas que mana del conocimiento de su infinita Bondad se derramara sobre mí, pobre pecadora, y sobre esos muertos que viven tan miserablemente. No quiero, Padre eterno, foco de amor inefable y ardiente caridad, ¡no quiero cesar un instante de tener los más grandes deseos por su honor y la salvación de las almas!



Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
La reforma de los pastores (Le dialogue, nº 134, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org

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