domingo, 24 de marzo de 2013

Tiempo de Preparación y Purificación

CUARESMA:
TIEMPO DE PREPARACIÓN Y PURIFICACIÓN

El año litúrgico lo podríamos comparar con un largo camino, en el que se encuentran tramos que tienen diferentes características en su superficie, algunos son rocosos, otros son planos, otros duros, otros fangosos. Cada tiempo litúrgico es como uno de esos tramos del camino general llamado año litúrgico. Por lo mismo, cada tiempo tiene sus características teológicas, litúrgicas y espirituales. La cuaresma es uno de esos tramos, uno de esos tiempos que nos invita desde sus características a vivir nuestra fe de una manera muy particular a través de los matices que se hacen presente en ella.

¿Cómo prepararnos?

Les propongo tres temas de preparación y purificación:

El desierto es el lugar teológico por excelencia de la cuaresma. Es el lugar del encuentro con Dios: “Conduciré a Israel al desierto y allí le hablaré al corazón” (Oseas 2,15). Te propongo que te prepares escuchando a Dios. Deja que su Palabra entre a tu vida, la ilumine y le de el sentido que andas buscando. Acalla tu corazón y deja que sea la voz del Señor la que resuene. Trata de evitar tanto ruido que te saca de órbita y que te coloca en medio de la depresión, del miedo, de la angustia. Interioriza, mira hacia adentro de tu vida y date cuenta que es lo que Dios te dice desde tu conciencia, desde tus amigos, desde la creación, desde la historia misma. No se trata de retirarse a vivir solitariamente, se trata de ser capaz de no dejarse atrapar por ese ruido exagerado que nos descentra y nos lleva a querer lo que nos daña.

En el desierto no sólo se halla a Dios, sino que se corre también con la posibilidad de encontrarse con el Maligno, al que la tradición asigna precisamente estos espacios inmensos, pero estériles. Por ejemplo, después de cargar al chivo emisario con el pecado de los hombres, se le enviaba al desierto, morada mítica del demonio Azazel (Levítico 16,22.26). Por eso también, es el lugar de las tentaciones. Y una buena preparación sería enfrentar y vencer nuestras propias tentaciones. Cada uno sabe que es lo que lo está acabando con su proyecto de vida; sabe cuáles son los comportamientos, los pensamientos, las palabras que le están llevando a sufrir innecesariamente. Es el momento de salir adelante enfrentando a las tentaciones. Siempre tendremos la fuerza de Dios a nuestra lado para poderlas vencer.

La oración es fundamental para estar preparado para lo que Dios quiere. Quien no ora no tiene fe. La fe es alimentada por la oración. Es en el diálogo interior con Dios, cómo comprendemos todo eso que la razón nos muestra como inalcanzable. Este es el tiempo propicio para abrir el corazón y dejar a Dios entrar y ser Dios en nosotros. Es el instante para tratar de leer las experiencias de la vida desde la óptica de Dios, desde su amor, desde su misericordia. Acércate más a El y a su Palabra. Es tener la conciencia de que nunca hemos estado solos: “Hace cuarenta años que Yahveh está contigo, sin que te haya faltado” (Deuteronomio 2,7), de que Dios siempre ha estado con nosotros. Es mucho más que hablarle, es saberlo presente, es tenerlo en e corazón. Es celebrarle con la alegría de todos los días pero con el gozo de la comunidad que se siente bendecida por el en la liturgia. Quien sabe quien es Dios sabe también quien es el. Por eso cuando más en oración estamos, más conocedores de nuestra pequeñez somos, y más necesitados del poder de Dios nos mostramos. Que bueno sería ayunar. Y no estoy pensando solo en comida que a más de un vanidoso le sería el pretexto preciso para hacer dieta, sino de todo aquello que amenace nuestra voluntad y nos haga esclavos. Todos tenemos gustos, pasiones que nos dominan y que tratan de hacernos sus marionetas. Este podría ser un tiempo para mostrarnos dueños de nosotros mismos y ayunar, mantener a raya, en su lugar, a tantas de esas fuerzas. Es el sentido de los sacrificios y de la abstinencia de estos días: Mostrar que somos dueños de nosotros mismos y que el único que puede gobernarnos plenamente y hacernos más dignos es el Señor, nadie más.

La fe cristiana siempre es una fe que se vive en comunidad. No es un problema sólo del individuo. Es la comunidad el espacio natural de la fe de alguien que ha decidido seguir a Cristo. Por ello prepararse para pascua, que es la expresión máxima de la preexistencia supone la apertura al otro. Tenemos que vivir para ayudar al que necesita. Nosotros hemos recibido ese encargo del Buen Samaritano que al encontrar una humanidad dolida y enferma, la ha sanado y la ha dejado a nuestro cargo mientras vuelve. El sentido de la “limosna” pasa por aquí. No creo en el diezmo si no en la Ofrenda. Espero no darle el 10 por ciento de mi vida a Dios sino toda mi vida, y espero dársela en ayuda a todos aquellos que la necesitan. No podemos ser seres individuales que solo piensan en si mismos y en lo que han podido lograr. Es necesario pensar en el otro y en sus necesidades. Ese es el sentido social de no comer carne algunos viernes, es dejar de comer el alimento más caro –por lo menos así era antes- y hacer que sobre un dinero para darlo a los que más lo necesitan. Sin pensar en el otro no se puede ser cristiano.

Ese es el sentido de este tiempo: Prepararse y Purificarse de cara a celebrar el Misterio pascual. Es el trabajo que cada uno de nosotros tiene que vivir. Te invito a hacer tu propio camino cuaresmal.

p. Alberto Linero Gomez, eudista
Texto publicado en su Blog el 01 de Marzo de 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario