Aquel que no se anima a arrojar nada, se hunde con todas sus riquezas, eligiendo la muerte del cuerpo y del alma.
"Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos”. La riqueza no es pecado si ha sido ganada honradamente y de ella se alimentan muchos, así como la pobreza no es una virtud si el hombre no eligió el camino de la renuncia a todo lo de este mundo, optando por servirle a Cristo. Cuando el barco se halla en peligro de hundirse, ¿qué hace un marinero avezado? Arroja al alguna todo lo que hay a bordo, con tal de salvar su vida... ¡para salvarse para la Vida!
Aquel que no se anima a arrojar nada, se hunde con todas sus riquezas, eligiendo la muerte del cuerpo y del alma. Así ha sido el hombre desde siempre. Dios le da todo, y él sólo debe saber elegir lo que necesita, lo indispensable. Cierta vez, un adinerado se enfermó gravemente y debía ser operado; se trataba de una intervención realmente cara. ¿Qué sucedió? Que aquel hombre no quiso pagar la operación, así que al poco tiempo murió... y su herencia le quedó a unos familiares que pronto la repartieron entre muchas personas más.
(Traducido de: Adrian Alui Gheorghe, Cu părintele Iustin Pârvu despre moarte, jertfă și iubire, Editura Conta, Piatra Neamț, 2006, p.78)
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