Con Jesús por la mañana.
«Con ese “¿A mí qué me importa?”, que llevan en el corazón los que especulan con la guerra, quizás ganan mucho, pero su corazón corrompido ha perdido la capacidad de llorar. Caín no lloró. No pudo llorar» (Papa Francisco). ¿Reconoces qué cosas endurecen tu corazón? ¿Condenas a tus hermanos por su fragilidad o te compadeces del daño y el dolor que puedan ocasionar y padecer? Quien tiene duro el corazón vive en la miseria de la soledad deshabitada. Acércate a esa persona de quien estás alejado y salúdala con afecto. Ofrece tu día por la intención del mes.
Con Jesús por la tarde.
«Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él» (Lc 1, 66). ¿Para qué te escogió Dios? ¿Cuál es tu misión en este tiempo? ¿Cómo respondes? Escucha la resonancia que te deja decir en silencio: «Te doy gracias porque me has escogido».
Con Jesús por la noche.
Hazte consciente. ¿Cómo viviste tu día? ¿Qué sucedió que te causa alegría o tristeza? Identifica las emociones que te “movieron” hoy. ¿Hubo algún pensamiento que se repitiera? Jesús te acompañó hoy, ¿Puedes reconocer su presencia en personas o acontecimientos? Agradece a Dios por tu vida y disponte a iniciar una nueva jornada.
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