lunes, 26 de junio de 2017

Aprendiendo a vivir como Dios espera de nosotros

Que cada palabra que pronuncien sea juiciosa y que sus labios se llenen de alabanzas. Que sus bocas sean instrumentos para cantarle a Dios. Sus mentes, siempre dirigidas a lo celestial.


Sonrían con alegría por el consuelo divino recibido, pero también entristézcanse con mucha más abstinencia, evitando que la desmesura en una afecte a la otra. Que sus ojos velen respetando los cánones, preparados siempre para responder. Que sus narices no se hinchen de ira, ni sus cejas se levanten de orgullo, ni sus lenguas hablen con vanagloria... que todos sus sentidos sean equilibrados. Que cada palabra que pronuncien sea juiciosa y que sus labios se llenen de alabanzas. Que sus bocas sean instrumentos para cantarle a Dios. Sus mentes, siempre dirigidas a lo celestial. Sus manos, ocupadas en las obras de la fe correcta. Que nadie sea desobediente, ni dedicado a cumplir solamente con su propia voluntad, ni recargándose el corazón, ni deseando aquello que aleja de Dios y de la comunidad (monástica). Reúnanse, unidos en el corazón. Ámense los unos a los otros, pero sin insolencia. Esfuércense en vivir de acuerdo a lo que Dios espera de ustedes.

(Traducido de: Sfântul Teodor Studitul, Catehezele Mari. Cateheza 54, traducere de Laura Enache, în pregătire la Editura Doxologia)

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