El Cuerpo y la Sangre de Cristo
El Beato Papa Pablo VI hizo en 1968 la siguiente profesión de fe: “Nosotros creemos firmemente que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la Última Cena se convirtieron en su Cuerpo y su Sangre, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo; y creemos que la presencia misteriosa del Señor, bajo la apariencia de aquellas cosas, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y sustancial.
“En este sacramento, Cristo no puede hacerse presente de otra manera que por la conversión de toda la sustancia del pan en su Cuerpo y la conversión de toda la sustancia del vino en su Sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la Santa Iglesia conveniente y propiamente ‘transubstanciación’.
“El pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que, el adorable Cuerpo y Sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros bajo las especies sacramentales del pan y del vino, como el mismo Señor quiso, para dársenos en alimento y unirnos en la unidad de su Cuerpo místico.
“La única e indivisible existencia de Cristo no se multiplica, pero por el sacramento se hace presente en los varios lugares del orbe, donde se realiza el sacrificio eucarístico. La misma existencia, después de celebrado el sacrificio, permanece presente en el Santísimo Sacramento, el cual, en el tabernáculo del altar, es como el corazón vivo de nuestros templos.
“Por lo cual estamos obligados a honrar y adorar, en la Hostia Santa que nuestros ojos ven, al mismo Verbo encarnado que ellos no pueden ver, y que, sin embargo, se ha hecho presente delante de nosotros sin haber dejado los cielos.”
“Oh, Jesucristo, Señor y Redentor mío, creo firmemente que estás plenamente presente en todas las Hostias válidamente consagradas en todo el mundo de un modo inefable en toda tu divinidad y tu humanidad.”Deuteronomio 8, 2-3. 14-16
Salmo 147, 12-15. 19-20
1 Corintios 10, 16-17
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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