Esta fe es de más esperanza que cualquier otro conocimiento que venga del hombre y por medio del hombre, y no de Dios y por medio de Dios.
Tu fe te protege, hermano*. No importa cuántas penas vengan sobre ti, que tu fe te ayudará. Si este mundo tomara la forma de una prisión, sin ventanas ni puertas, tu fe te dirá: “¡No temas! Tu Creador atesora todo lo que existe en Su poder”. Él te llama “hijo” y quiere que tú le llames “Padre”. Si tus vecinos te abandonan y te desprecian, tu fe te defenderá y dará testimonio: “Tu Padre Celestial no te ha abandonado y no te ha despreciado".
Si cometes algún pecado y los demás, al verlo, te juzgan y se alejan de ti como si fueras un bandido, tu fe defenderá tu dignidad y te dirá: “Cristo murió en la Cruz por los pecadores. ¡Él pagó el precio de tu pecado ante Dios, y para Él tu eres muy valioso!"
Si sufres pérdidas y daños, y no encuentras en nadie el hombro para recostar tu afligida cabeza, tu fe te defenderá de todos los pensamientos y preocupaciones oscuras, y te recordará siempre cómo todo lo que han escapado tus manos ha caído en la mano de tu Padre, que posee los bienes y las bondades de todo lo creado.
Tu fe te protege en la enfermedad y de la enfermedad, en la aflicción y de la aflicción, en la oscuridad y de la oscuridad, en la desesperanza y de la desesperanza, en la soledad y de la soledad, en la muerte y de la muerte. Incluso de la muerte tu fe te protege y te protegerá. Realmente, hasta de la muerte te librará, aunque los ateos ni siquiera sepan que hay cómo defenderse de la muerte.
Tu fe te protegerá del ateísmo, de esa lepra que es peor que cualquier otra lepra, de esa oscuridad más densa que cualquier otra oscuridad, de ese frío más frío que el hielo.
Oh, hermano, el ateísmo es una muerte viva para los hombres y los pueblos. Si toda muerte está muerta, el ateísmo es una muerte que vive. Y tu fe te protege de esa muerte viva.
Como un cadáver que yace dentro de un féretro, así se halla el alma en el cuerpo del ateo. Es como un sepulcro blanqueado, adornado y arreglado, pero por dentro sólo hay muerte, todo es muerte: cualquier pensamiento, cualquier deseo, cualquier anhelo, cualquier plan... todo es muerte. ¿Qué puede librarte de esa muerte viva? De esa muerte que tiene disfraz de vida, ¿qué puede librarte, hermano?
Sólo tu fe en el Dios vivo, Creador, y en Cristo el Salvador, testimonio que has escuchado y has aceptado. La fe en Cristo, el conocimiento perfecto que te fue otorgado bajo el humilde nombre de “fe”. Y esta fe es de más esperanza que cualquier otro conocimiento que venga del hombre y por medio del hombre, y no de Dios y por medio de Dios.
*El artículo original está dirigido al pueblo serbio, al que el autor personaliza llamándolo “hermano”. (N. del T.)
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici și Sfântul Justin Popovici, Lupta pentru credință și alte scrieri, traducere de prof. Paul Bălan, Editura Rotonda, Pitești, 2011, pp. 18-19)
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