martes, 10 de agosto de 2021

COMPRENDIENDO LA PALABRA 100821


“...su generosidad dura por siempre.” (Sal 111,9)

San Lorenzo era diácono a Roma. Los perseguidores de la Iglesia le pidieron que entregara los tesoros de la Iglesia. Por obtenir el auténtico tesoro en el cielo, Lorenzo se expuso a unos tormentos de crueldad inenarrable. Fue extendido sobre unas parrillas de fuego. Sin embargo, triunfó de todos los dolores físicos por la fuerza extraordinaria de su caridad y por los auxilios de Aquel que le sostuvo invencible. “Somos obra de sus manos, creados en Cristo Jesús, para realizar las buenas obras que Dios nos señaló de antemano como norma de conducta.” (cf Ef 2,10)

Esto provocó la cólera de los perseguidores... Lorenzo había dicho: “Mandad venir conmigo gente con carros para llevaros los tesoros de la Iglesia.” Le dieron unos carruajes y los cargó de los pobres y se presentó ante los jefes: “Estos son los tesoros de la Iglesia.”

Nada más verdadero que esto, hermanos míos. En las necesidades de los pobres se encuentran las grandes riquezas de los cristianos, si comprendemos bien cómo hacer fructificar lo que poseemos. Los pobres están siempre entre nosotros. Si les confiamos nuestras riquezas no las perderemos.


San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 302, para la fiesta de San Lorenzo

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