domingo, 16 de enero de 2011

Los desafíos del Papa Juan Pablo II a la RCC


ORACIÓN
Por Darius Jeziorny
Fuente: Boletín del ICCRS – Año XXXII, Número 2


Una vez, hace algún tiempo,
me asombré al escuchar
a un predicador que hacía la pregunta:
¿conocen a Dios?
Yo estaba empezando
entonces y esa pregunta me sorprendía
porque estaba dirigida a líderes
de la Renovación Carismática.
Muchos de ellos habían estado
sirviendo al Señor durante años.
Empecé a pensar:
¿es posible servir
a Jesús con ilusión y no conocerle?
Sé que este artículo sobre la
oración lo leerán primero líderes de
la RCC que realizan un trabajo maravilloso
para el Señor. Pero estoy seguro
de que la pregunta es válida todavía
hoy para todos nosotros. Nuestro
mundo contemporáneo transcurre
como nunca antes, tan rápido y
tan loco. Como historiador, lo puedo
ver claramente: muchas personas se
sienten perdidas o incluso asustadas.
Pero la mayoría intenta normalmente
mantener el ritmo del mundo
corriente. No estoy pensando solo en
las personas que se ocupan de sus
negocios sino también en personas
implicadas en las actividades de
Dios, como retiros, evangelización,
ministerio de sanación, etc. En tales
situaciones muchas personas simplemente
no tienen tiempo para su
propia oración y por consiguiente están
perdiendo su vínculo con el Señor.
Este proceso es invisible desde
fuera e incluso para las personas implicadas
en él, podría permanecer invisible
durante meses o incluso años.
Tal problema también atañe a
cristianos carismáticos que muy a menudo
dicen, “Jesús dijo...”. Y sin embargo,
¿es posible ser un verdadero
profeta sin pasar tiempo ante el Señor?
Desde luego Dios puede hablar
utilizando a cualquiera, porque El no
está limitado por medidas humanas,
pero también quiere que sus profetas
estén tan cerca de él como sea posible.
No es extraño que incluso cristianos
muy dotados dejen de ser carismáticos
y pierdan su relación con el Dador de
carismas. Realmente es inevitable esto
sin un contacto regular con Dios.
La oración es un lugar de
encuentro personal con el Señor,
donde uno puede experimentar
su presencia. Las personas implicadas
en la RCC muy a menudo
ven a Jesús durante encuentros
de oración, adoración y en el ejercicio
de algunos carismas, por
ejemplo en el carisma de sanación.
En tal situación nadie duda
de que el Señor está cerca. ¿Pero
qué sucede cuando la sanación
no ocurre o las profecías no tocan los
corazones de las personas? ¿Dónde
puede uno experimentar a Dios? Por
supuesto, es únicamente en la oración
personal donde un cristiano
puede encontrarse con Él cara a cara.
Es un lugar donde el Señor habla
a la persona directamente. Y es el
lugar donde uno puede descubrir el
modo especial de Dios de hablarle
personalmente. Sin saber esto, podemos
sentirnos inseguros y solos
en nuestra vida cotidiana, especialmente
cuando nos enfrentamos a
situaciones difíciles.
Por último, debe observarse
que la oración personal ofrece una
oportunidad maravillosa para reflexionar
sobre la implicación personal
en la vida corriente así como en
el servicio de los carismas recibidos
de parte del Espíritu Santo. Los cristianos
maduros no se consideran
perfectos en todo lo que están
haciendo y saben que es imposible
mejorar algo en el ministerio a otros
sin una profunda reflexión.
Pensando en la oración debe
observarse también que la
Renovación Carismática ofrece
una oportunidad maravillosa a las
personas de experimentar el amor
de Dios por medio del Bautismo en
el Espíritu Santo. Tal experiencia
muy a menudo es un punto
decisivo en las vidas humanas.
¡Pero es solo el principio! ¿Y luego
qué? San Pablo alentó a los
Colosenses a vivir “enraizados y
edificados en él” (Col 2,7). Tal
imagen se comprende fácilmente
hoy también. A un árbol le crecen
las raíces cuando está plantado
durante mucho tiempo en el mismo
terreno. Como podemos observar
este texto vuelve al problema del
tiempo. El tiempo es necesario
porque “Sólo la experiencia del
silencio y de la oración ofrece el
horizonte adecuado” (NMI, 20) para
estar enraizado profundamente en
Jesús. Vivir tal estilo de vida produce
mucho fruto: “es como un árbol
plantado junto a corrientes de agua,
que da a su tiempo el fruto y jamás
se amustia su follaje” (Salmo 1, 3).
Citando a la Biblia de esta
manera, llegamos a la muy simple y
básica verdad, que la oración personal
es una fuente de fortaleza para
llevar a cabo las tareas cotidianas así
como los ministerios carismáticos.
Esto es por el Espíritu Santo (cf. 2 Tm
1, 7) con quien los cristianos están
llamados a cooperar estrechamente
y por lo tanto dar el mejor testimonio
de ser hombres y mujeres de Jesús,
sirviendo a las personas eficazmente
con poder y amor. Entonces es posible
“no sólo «hablar» de Cristo, sino
en cierto modo hacérselo «ver».”
(NMI, 16) porque ésta es la mejor
manera de proclamar el Evangelio.
Uno sólo puede tener éxito para hacer
discípulos haciéndose similar al
Maestro y esto es posible únicamente
en su compañía. Sin esto,
proclamar el Evangelio sería falso.
Resumiendo mi breve artículo
me gustaría decir que la oración es
la clave del crecimiento espiritual y
el punto de partida para cualquier
otra actividad en la vida cristiana.

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