sábado, 9 de abril de 2011

Ecos del Retiro de Cuaresma II

 

Compartimos parte del texto escrito y utilizado por
nuestro párroco, Pbro Mariano Marracino en
el Retiro de Cuaresma. - 9 de Abril de 2011

Un padre y dos hijos…
Y puede haber muchos, muchos, muchos…

El menor… así, sin nombre…
Su identidad está en referencia al padre y al hermano.
El menor pidió su herencia…
¡Pedir algo que no era suyo!
Pedir herencia supone una muerte.
Hay muertes y muertes,
A veces se dan todas juntas…
Y el padre reparte… ¿por qué?

El menor reunió todo, y pocos días después se fue, partió, “emigró”…
Se fue a un lugar que no era el suyo.
Lejos del padre siempre se es extranjero.
Lejos del padre todo país es lejano,
Lejos del padre siempre se derrocha la vida…
Una vida desordenada, licenciosa.

Lejos del Padre todo se malgasta, todo se termina,
Se dilapida.
Lejos del Padre siempre aparece el hambre y la sed,
Viene desde lo más hondo.
Lejos del Padre, el hombre siempre termina siendo un mendigo.
Y se termina sirviendo a un extranjero…
Se termina descubriendo la tremenda soledad en que se vive…

Y como pasa tantas veces, desde la necesidad se recapacita,
Desde los anhelos defraudados,
Desde los vacíos…
Consciente de lo perdido piensa primero en su hambre.
Allá junto a su padre,
Los trabajadores tienen pan,
Y como todo lo que sucede junto al padre, es abundancia.

Desandar el camino nunca es fácil.
Y menos ese camino.
Es cierto que en su horizonte estaba el pan que ahora le faltaba,
Pero cada paso se posaba sobre una de las huellas de su vida,
Cuando se alejó de su padre,
Cuando dio la espalda a esos ojos
Que jamás dejaron de arar el horizonte esperándolo.
Se puso en marcha.
Ensayó mil veces su discurso arrepentido.
A veces dominaba su conciencia,
Y otras veces dominaba su hambre…
“Ya no merezco ser llamado hijo tuyo”

¡Como si alguna vez lo hubiese merecido!
Ser hijo siempre es un regalo, siempre, para siempre.
Sus cálculos estaban bien hechos.
Volver, arrepentimiento, confiar en la bondad del padre
Para conchabarse como peón…
Bien pensado…
Cada paso lento como un siglo…

El tema es éste:
“Cuando todavía estaba lejos… el padre vivía esperando.
Vivía rastrillando el horizonte…
Y el padre se enterneció…
Eso que se siente en las entrañas,
Eso visceral, profundo.
Eso visceral, profundo.
El padre corrió.
NO es un Dios que tenga problemas en “salir”,
Ese problema es nuestro…
Y lo abrazó.
Sólo los brazos extendidos en la cruz superarán al abrazo.
Y lo besó.
Gestos…
Sin discursos, sin condiciones.
Si hay condiciones no es amor,
Por lo menos, no es amor a Su estilo.
No con besos rituales,
De mármol,
Con esos besos donde uno deja gotas de alma.

Claro que el hijo largó el discurso tan ensayado en el camino,
Aprendido de memoria.
Creo que no lo terminó.
En realidad al padre no le importaba.
Creo que el hijo musitó algo,
Mientras el padre solo le importaba abrazar.

La fiesta ya estaba preparada,
Vaya uno a saber desde cuándo.
Da la impresión que desde siempre.
Y el vestido…
Sin asombros, que lo mismo sucedió en el paraíso, allá en el Génesis,
Cuando el tejió las túnicas de piel…
Pero, “el mejor vestido”!
¿Habrá un vestido mejor que su abrazo?
Y el anillo, y las sandalias…
Porque como dirá san Agustín, el amor de Dios virginiza,
Devuelve, recrea lo que pensábamos irremediablemente perdido.
¡Fiesta!
Por si no entendemos, es la sentencia de su amor.
Es la respuesta a nuestro pecado.
Es el horizonte de nuestros regresos.
Es la metodología de este Padre.
Un banquete.
Una fiesta, comida y baile…
¿Cuántas veces?
¡Siempre!

Ahora… el “otro hijo”,
El mayor estaba trabajando…
Y al volver se encuentra con el baile y el asado.
Y a veces la fraternidad no alcanza.
No se entienden las actitudes de ese padre.
No parece tener lógica.
Pasa que las entrañas tienen otra lógica…
La paternidad es una mirada distinta de la fraternidad,
Es como otro latir, es otra pulsación…
Se termina la lógica,
Se termina el razonamiento lineal,
Se terminan los cálculos,
Los argumentos, las razones.
Es tiempo de la primacía de las entrañas;
La primacía de la fiesta;
La primacía del salir corriendo a buscar;
La primacía del abrazo.

Pbro. Mariano Marracino

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