viernes, 22 de abril de 2011

Fe que desafía a los fuertes y alienta a los débiles

"Cuando una espiritualidad divide a las personasen creyentes y no creyentes,
en ortodoxos y en herejes,
en piadosos e impíos,
en buenos y malos,
es signo de una espiritualidad enfermiza.
Cuando tras días de reflexión religiosa,
la mitad de la clase está extasiada con Cristo
y la otra mitad no quiere saber nada
y es tildada por los demás de incrédula, entonces,
la fe que se trasmite allí no es la fe de Jesucristo.
Jesús nunca clasificó así a las personas.
Incluso en los pecadores y en los publicanos,
vio la esencia buena y el anhelo de la fe y se dirigió a estos.

La fe, tal como la describe San Benito en su regla,
debe desafiar a los fuertes y alentar a los débiles.
Por un lado, no deberá dejarnos nunca en paz,
y por otro, tampoco deberá dejarnos con cargos de conciencia.
El cargo de conciencia no es, como algunos sacerdotes creen,
símbolo de una persona piadosa, sino, más bien,
indica que alguien gira demasiado en torno a sí y a su perfección,
en lugar de mirar al Dios misericordioso
que lo acepta y en el que puede regocijarse con agradecimiento.

Uno puede ser un auténtico pregonero del mensaje de júbilo de Jesús
sólo cuando está en comunidad.
Pues solamente en la convivencia,
experimentamos cuánto dependemos de la misericordia de Dios
y cómo, sólo desde ella,
podemos vivir entre nosotros con humanidad.
Por eso, no podemos hablar en abstracto de la misericordia de Dios, sino solamente cuando la experimentamos y vivimos en convivencia con los demás".

Anselm Grün.
"Con el corazón y todos los sentidos"

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