domingo, 8 de abril de 2012

¡Él está Vivo!

Es un nuevo día





Es de madrugada.
La naturaleza adormecida empieza a despertarse. La vida se despierta del sueño. La luz del nuevo día disipa las tinieblas de la noche. Es la primavera de la vida. Todo sugiere que hoy todo se hace nuevo.
El día anterior era sábado. Aun más, era la fiesta anual de la Pascua. Para los judíos era el recuerdo del paso de la esclavitud en la tierra extranjera a la libertad de la tierra prometida. Pero esta vez no se trata solo del recuerdo. Jesús lleva a la humanidad a dar el paso de la muerte a la inmortalidad.


Me parece que a los discípulos han llegado bien a este descanso obligatorio del sábado. Sobretodo para intentar comprender los últimos días tan dramáticos. En el corazón se quedaron muchas preguntas y paradojas, pero sin respuestas ni explicaciones. Ahora, por primera vez después de tres años, ellos se dan cuanta cómo es difícil ser discípulo cuando no hay Maestro.
Sus gestos y sus palabras los dejaron perplejos. ¿Cómo podía prometer estar siempre vivo con ellos si después se entregó en las manos de los enemigos y murió? ¿En qué pensaba cuando dijo que el pan y el vino se transformaban en su cuerpo y sangre? ¿Por qué permitió ser contado entre los delincuentes y compartió su destino? ¿Y ahora, como van a realizarse sus promesas del reino del cielo cuando terminó su vida y fue sepultado en la tierra como todos los hombres? ¿Y simplemente en fin, cómo es posible que el hombre-Dios pudiera morir?


Como en la vida de cada uno de nosotros la madrugada del nuevo día no soluciona los problemas. Pero siempre lleva una nueva esperanza y nueva fuerza para buscar la solución. Para no rendirse a la muerte y para luchar por la vida. La respuesta de este domingo supera todas las esperanzas y todas las expectativas. Los discípulos encuentran las huellas de la maravillosa respuesta de Dios.


Carrera y sorpresa
El evangelio de este domingo de Pascua está todo marcado por la carrera y la sorpresa.
Igualmente como nuestra vida que de la mañana hasta la tarde está en la constante carrera entre el lugar del trabajo y la casa, entre las compras, entre los esfuerzos y el descanso. Siempre en la búsqueda de una vida mejor, más feliz y más próspera. Esta mañana los discípulos están también en la carrera, pero con una meta precisa, el lugar donde esperaban encontrar el cuerpo de Jesús.
María Magdalena es la primera que se va a la tumba. No quiere esperar más, se va apenas posible. Terminado el sábado que prohibía salir, corre a la tumba que esconde el muerto cuerpo del hombre que devolvió la vida a su vida. La tumba del hombre cuyo amor era hasta al extremo y que mereció su respuesta del amor como ningún otro. Es una carrera de amor ¡Pero la piedra ha sido retirada! ¡La tumba está abierta!


Sigue la otra apresurada carrera de María que va a llamar Pedro y Juan reasumiendo todo el mensaje entre los suspiros interrumpidos en las palabras: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Saltan de las camas y aturdidos empiezan su carrera los discípulos. Esta carrera a través de las calles todavía adormecidas de Jerusalén es mucho más que el simple jogging matutino. Salen de las murallas y suben a la colina. Pasan cerca de la cruz empapada de sangre, del lugar de donde huyeron las guardias romanos y llegan al sepulcro de José de Arimatea.


Juan es más joven y llega antes que Pedro que ya siente como los años acumulados desaceleran el paso. Pero interesante, Juan será también más rápido en creer que el ausente de la tumba es en realidad el Viviente.
Intentemos comprender por qué.


Tumba vacía
¿Pueden imaginar el escenario que encontraron los discípulos?
En el sepulcro abierto, al entrar Pedro y después Juan ven las vendas en el suelo,el sudario que había cubierto su cabeza enrollado en un lugar aparte. De verdad una gran sorpresa que suscita preguntas: ¿que pasó, lo han robado de verdad o desapareció de otra manera?
En pocas palabras san Juan dice en el evangelio que el discípulo que Jesús amaba “vio y creyó”.


En este punto, quería reflexionar contigo en voz alta sobre la primera experiencia de la tumba vacía.
Primeramente, partiendo de la simple lógica humana, ¿te parece que alguien que entra a tu casa para robar antes de salir de la casa utilizaría la aspiradora y arreglaría tu habitación para dejarlo todo en orden? Olvídalo. Uno que roba no vela hora de escapar del lugar del crimen, no se ocupa del desorden que deja. Y en la tumba encontramos las cosas enrolladas. Ya esto sugiere que Jesús no fue robado de la tumba.

Además, si quieren una simple reflexión teológica, desde el momento de la encarnación de Jesús la naturaleza divina estuvo unida con la naturaleza humana en una manera inconfundible e inesperada. En este sentido, estaba unida ya sea con el alma de Jesús, ya sea con el cuerpo de Jesús. Y a pesar de la muerte y la separación del alma del cuerpo, la divinidad se quedó unida con el alma y con el cuerpo. A pesar de la muerte, la vida del cuerpo y del alma de Jesús no podía corromperse definitivamente. Como anunciaron ya los textos proféticos: “No abandonarás mi vida en elsepulcro, nodejarás que tu Santo vea la corrupción” (Sal 16,10) o “Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia” (Os 6,1-2).
Es interesante que ninguno de los hombres fuera testigo de la resurrección de Jesús.
No había testigos de este momento central y mayor de toda la historia del mundo cuando su alma volvió a su cuerpo en la fuerza del Espíritu Santo, cuando las cicatrices de sus llagas y sufrimiento se sanaron, sus pulmones empezaron a respirar, su sangre empezó a circular por sus venas, sus ojos se abrieron y él se levanto de la piedra fría vivo y glorioso. Esplendido y victorioso, para hacernos partícipes de la victoria de su vida inmortal sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado, del bien sobre todos los males.
María, Pedro y Juan en el primer momento no encontraron más que la tumba vacía. La tumba vacía era más la señal que la prueba de la resurrección. No todos creyeron en el primer momento, solo el discípulo que se llamó y reconoció amado. El amor de Jesús abre la puerta de fe en él.


Feliz Pascua
En el trascurso de los cincuenta días del tiempo pascual reflexionaremos sobre la experiencia de los discípulos con Jesús resucitado. No tanto más sobre el signo de la tumba vacía, sino sobre las apariciones de Jesús y las dificultades que los mismos discípulos tenían para reconocerlo.
¿Dices que no es tan fácil reconocer a Jesús presente y viviente en nuestra vida?


Mira, también para los primeros discípulos no era todo tan sencillo, pero tenían el corazón abierto para creer. Así a Juan le bastó ver la tumba, María lo reconoció cuando escuchó su voz que pronunció su nombre, dos discípulos en el camino hacia Emaús necesitaban la explicación de la Palabra y los gestos de la fracción del pan, otros en el mar se dieron cuenta de su presencia gracias a un éxito en la pesca, Tomás porque vio y tocó sus llagas, Pedro fue perdonado por sus negaciones… Dios contigo también tendrá una manera particular y personal para que reconozcas su presencia y su amor para ti.
Una de las hermosas consecuencias de la resurrección de Jesús es que él está presente en mi vida y en tu vida. En cada momento y en cada lugar. Él es nuestro contemporáneo que sigue actuando y hablando, ayudando y perdonando, llamando y reuniendo a sus discípulos de todos los tiempos.
Él es nuestra vida.
¡Queridos hermanos, celebremos la resurrección del Señor Jesús!
Salgamos de la tumba de la incredulidad muerta a la fe viva. Salgamos de la tumba de la depresión y convirtámonos a la alegría de vivir. Es el día de fiesta porque somos liberados y sanados. Jesúsque fue “traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades” (Is 53, 5) resucitó para que su victoria borre nuestras culpas, sane nuestras heridas, nos de la plenitud dé la vida y alegría.
¡Por eso, a todos nosotros auguro una feliz Pascua!
Feliz Pascua a todos los que corren mucho en la vida y se sienten ya fatigados.
Feliz Pascua a todos que se sentían tristes porque a pesar de que la vida parecía bien arreglada, como la tumba de Jesús, se dan cuenta de que Jesús no está.
Feliz Pascua a todos que se lamentaban por un Dios ausente que permitía el sufrimiento.
Feliz Pascua a todos nosotros amados hermanos porque en nuestras fragilidades en realidad buscábamos siempre a Jesús y porque hoy lo encuentran resucitado y vivo.
Feliz Pascua a todos que ya encontraron al Resucitado y viven su vida renovada en él.
¡Feliz Pascua!


Pbro. Mislav Hodzic

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