sábado, 20 de febrero de 2021

Cuando… destierres de ti… la palabra ofensiva.


Cuando… destierres de ti… la palabra ofensiva.
(Isaías 58, 9)

¿Te parece que estas palabras no tienen nada que ver contigo? Pero, ¿alguna vez has dicho “tú no estás realmente arrepentido” cuando alguien está tratando de disculparse contigo? ¿O “se lo merece” cuando algo malo le sucede a alguien que no te agrada? ¿O tal vez “¡tú no tienes remedio!” cuando te sientes enojado con alguien que amas?

En algún momento, todos hemos pensado o dicho cosas rencorosas como estas. Entonces, ¿no crees que es bueno saber que Jesús tiene el poder de ayudarnos a tratar a las personas con el mismo amor, la misma compasión y misericordia que él tiene por nosotros?

Desde luego, esto no sucede de la noche a la mañana. A menudo, debemos observar la forma en la que decimos las cosas. Y ahí es donde Jesús entra en escena, para ayudarnos a ver dentro de nuestro corazón y encontrar la causa que provoca que hablemos de forma hiriente. Porque ahí es donde se encuentra la mayor parte del problema. Pregúntale a cualquier consejero, y te dirá que las personas que han sido heridas, con frecuencia hieren a los demás. O que tus palabras hirientes a menudo provienen de tus deseos egoístas y de la frustración que sientes porque las personas no te tratan como tú crees que te mereces.

Puedes estar luchando contra la falta de perdón o el resentimiento, tal vez una herida del pasado sigue afectando tus relaciones o simplemente eres demasiado exigente. En cualquier caso, Jesús puede ayudarte. El Señor ilumina tu corazón con su luz y te recuerda que tiene tu vida en sus manos, para que tú no te autocastigues. No es necesario que ataques ni defiendas porque Cristo es más que capaz de cuidar de ti, de sanar tus heridas y de fortalecer tu corazón.

A menudo creemos que la Cuaresma es un tiempo en el que hacemos cosas para Dios. Pero también es un tiempo en el que Dios quiere hacer cosas por nosotros. Conforme avanzas en tu camino en esta Cuaresma, pídele que te ayude a dejar de lado los comentarios y las reacciones poco amables. Si te tropiezas, piensa en qué podría haber causado que actuaras de esa manera, luego pídele a Jesús que te sane y confía en que él puede hacerlo.

“Amado Jesús, te ruego que sanes mi corazón para que así yo sea capaz de pronunciar palabras de amor, ánimo y misericordia para mi prójimo.”

Salmo 86 (85), 1-6
Lucas 5, 27-32
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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