lunes, 17 de junio de 2019

Meditación: Mateo 5, 38-42

Meditación: Mateo 5, 38-42

No hagan resistencia al hombre malo. (Mateo 5, 39)

El Señor nos enseña que el perdón es más fuerte que el odio. La ley del Talión limitaba el derecho de venganza a una justa proporción: solo puedes hacerle al prójimo un daño equivalente al que él te hizo a ti, de lo contrario cometerías una injusticia. Esto es lo que significa el aforismo “ojo por ojo, diente por diente”. En realidad, la ley del Talión sigue existiendo en todas las culturas a nivel civil, como medio de mantener la paz y el equilibrio social.

En efecto, por más sofisticada que se muestre en nuestros comportamientos individuales o en los códigos legales, la ley del Talión sigue estando vigente y considerada como necesaria para asegurar una aceptable convivencia humana. Así, la violencia reglamentada por leyes y más o menos controlada por la fuerza pública parece ser la única respuesta para hacer frente a la violencia que amenaza a la persona o la colectividad.

Pero el Señor abre otro camino, un camino que implica un cambio radical. Este cambio radical solo puede abrirlo la fuerza creativa del amor y es la única respuesta que puede poner fin a toda violencia. El mismo Señor afirma la necesidad de superar la venganza con la misericordia, y lo hace intercediendo por sus verdugos: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34).

Quizás tengamos que confesar tristemente que nuestro mundo no está aún preparado para que la ley del amor sustituya a la ley del Talión; pero, precisamente porque hemos tocado fondo en los horrores de la violencia y, últimamente el terrorismo fratricida del fanatismo ideológico y religioso, Jesús nos pide poner en práctica el ideal evangélico del amor sincero como humilde levadura que, si todos lo practican, logrará producir un cambio en la convivencia humana en las familias, los pueblos y las naciones.

Así pues, la conducta del cristiano ha de ser la de no buscar revancha, pero sí practicar claramente el amor, la justicia y la paz; estar dispuesto a perdonar las faltas y disculpar los errores de los demás. Esto ciertamente no es fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y manifestar la gracia divina en el mundo que no la conoce.
“Amado Jesús, te pido que me concedas la gracia de perdonar y no buscar revancha cuando me ofenden o me hacen daño. Solo con tu amor puedo dominar mis impulsos y sufrir el daño sin buscar represalia.”
2 Corintios 6, 1-10
Salmo 98 (97), 1-4

fuente devocionario Católico La Palabra con nosotros

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