sábado, 22 de junio de 2019

Meditación: Mateo 6, 24-34

No se preocupen por su vida. (Mateo 6, 25)

¿Cómo podemos hacer esto? La preocupación es parte del ser humano. Nos preocupamos por el futuro, las finanzas, las relaciones con los demás, la salud. Todos nos preocupamos por algo, aunque sabemos que no es bueno preocuparse tanto.

Los científicos han dividido las preocupaciones en dos categorías: las inquietudes, que tienen que ver con aquello sobre lo que tenemos control y las ansiedades, que se refieren a aquello que no podemos controlar. Una inquietud puede ser algo como: “¿Por qué mi auto está haciendo ese extraño ruido?” Ese tipo de preocupación no es necesariamente mala. Puede llevarnos a identificar problemas y buscar la solución. El problema es cuando nos angustiamos por cosas que escapan a nuestro control, como por ejemplo: “¿Y si me quedo sin trabajo?” Ahí es donde surge un problema que puede llegar a deprimirnos.

Esto es a lo que Jesús quiere que pongamos atención, porque sabe que no podemos dejar de preocuparnos del todo, y por eso quiere enseñarnos a no dejarnos paralizar por la ansiedad.

¿Cómo podemos hacerlo? Algunos expertos recomiendan llevar una “lista de preocupaciones” y apartar unos 30 minutos al día para analizar la lista. Cada vez que una preocupación empieza a dominar tus pensamientos, detente y escríbela. Luego haz la lista a un lado hasta que llegue la hora de las preocupaciones. Entonces podrás ponerle atención. Si es algo que tú puedes resolver, haz un plan para hacerlo. Por ejemplo, llamar al mecánico para que revise el auto y repare el ruido. Pero si la preocupación es algo que tú no puedes controlar, como lo que pasará con tu empleo, acéptalo, reconoce que está fuera de tus manos y procura entregárselo a Dios lo mejor que puedas.

Pídele al Espíritu Santo que te ayude a lidiar con lo que puedas resolver. Luego, si hay alguna ansiedad en la que no puedas dejar de pensar, haz lo que dice San Pablo en Filipenses 4, 6-7: Dile al Señor qué es lo que te está causando angustia, di en voz alta que no quieres pensar más en eso y deja que la paz de Cristo llene tu corazón y tu mente.

Cada vez que hagas esto descubrirás que tus preocupaciones son cada vez menos frecuentes.
“Padre celestial, pongo en tus santas manos todas mis preocupaciones.”
2 Corintios 12, 1-10
Salmo 34 (33), 8-13

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

No hay comentarios:

Publicar un comentario