miércoles, 29 de diciembre de 2021

SIMEÓN LOS BENDIJO


“Simeón los bendijo”

Tras contemplar los Magos

la Estrella que sigue divinos caminos,

siguieron su resplandor, y tomándola por antorcha,

al Señor poderoso hallaron por su medio.

Y accediendo hasta el inaccesible, se alegraron,

exclamándole:

¡Aleluya!

Vieron los hijos de los caldeos,

en las manos de la Virgen, al que a los hombres

plasmó con su mano.

Y considerándolo Señor, a pesar de su forma de

siervo, se apresuraron a honrarlo con regalos

y a exclamar a la Santa:

Salve, Madre del astro sin ocaso.

Salve, destello del místico día.

Salve, tú apaciguas el fuego del fraude.

Salve, tú iluminas a los iniciados de la Trinidad.

Salve, de su imperio derrocaste al tirano inhumano.

Salve, tú mostraste a Cristo, Señor y amigo del hombre.

Salve, tú del bárbaro culto nos libraste.

Salve, tú nos protegiste de las obras del fango.

Salve, tú cesaste el culto del fuego.

Salve, del fuego de las pasiones nos apartas.

Salve, para los fieles guía de prudencia.

Salve, gozo de todas las generaciones.

¡Salve, virginal Esposa!

A punto estaba Simeón de salir de este mundo

embaucador, cuando niño le fuiste entregado. Más

en esto fuiste conocido cual perfecto Dios, y por

eso, ante tu inefable sabiduría, extasiado quedó,

clamando:

¡Aleluya!

El Logos incircunscrito, sin marcharse

completamente de lo alto, por entero moraba con

los de aquí abajo. Pues la condescendencia divina

no ha sido tan sólo cambio de lugar, sino ante todo

el nacimiento desde una Virgen llena de Dios,

que esto oye:

Salve, habitáculo del infinito Dios.

Salve, puerta del venerable misterio.

Salve, de infieles perpleja lección.

Salve, indudable gloria de los fieles.

Salve, santísimo carro del que está sobre los querubines.

Salve, vivienda suprema del que está sobre los serafines.

Salve, en una concilias las cosas contrarias.

Salve, conjugas virginidad y parto.

Salve, por ti fue absuelta la falta.

Salve, por ti fue abierto el paraíso.

Salve, la llave del Reino de Cristo.

Salve, esperanza de bienes eternos.

¡Salve, virginal Esposa!

El mundo de los Ángeles en pleno

quedó absorto con la gran obra de tu encarnación.

Pues contempló como Dios inaccesible para todos

hecho hombre accesible, al que con nosotros

habita, que así escucha de parte de todos:

¡Aleluya!



Liturgia bizantina
Hinmo Akatistos a la Madre de Dios (siglo VII), 9-16

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