martes, 4 de enero de 2022

COMPRENDIENDO LA PALABRA 040122


“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”

Señor, yo soy la oveja que, por andar tras mis placeres y caprichos, me he perdido miserablemente; mas Vos, Pastor y juntamente Cordero divino, sois aquel que habéis venido del cielo a salvarme, sacrificándoos cual víctima sobre la cruz en satisfacción de mis pecados. Si yo, quiero enmendarme, ¿qué debo temer? ¿Por qué no debo confiarlo todo de vos, mi Salvador, que habeis nacido de intento para salvarme? ¿Qué mayor señal de misericordia podíais darme?

Oh dulce Redentor mío, para inspirarme confianza, que daros vos mismo? Yo os he hecho llorar en el establo de Belén; pero si vos habéis venido a buscarme, yo me arrojo confiado a vuestros piés; y aunque os vea afligido y envilecido en ese pesebre, reclinado sobre la paja, os reconozco por mi Rey y Soberano. Oigo ya esos vuestros dulces vagidos, que me convidan a amaros, y me piden el corazón. Aquí le teneis, Jesús mío. Hoy lo presento a vuestros piés; mudadlo, inflamadlo Vos, que a este fin habeis venido al mundo, para

inflamar los corazones con el fuego de vuestro santo amor. Oigo también que desde ese pesebre me decís: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”. Y yo respondo ¡Ah, Jesús mío! Y si no amo a Vos, que sois mi Dios y Señor ¿a quién he de amar?


San Alfonso María de Ligorio (1696-1787)
obispo y doctor de la Iglesia
1ª Meditación para la Octava de Navidad

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