miércoles, 9 de noviembre de 2022

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 2,13-22


Evangelio según San Juan 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén

y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas.

Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas

y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".

Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.

Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?".

Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar".

Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?".

Pero él se refería al templo de su cuerpo.

Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.


RESONAR DE LA PALABRA

Nosotros, el Templo

Jesús de Montreal es una película de 1989 en la que los actores que representan una obra de la Pasión en una iglesia empiezan a parecerse en su vida real a los personajes que interpretan. En una escena, Daniel (que interpreta a Jesús) acompaña a su amiga Mireille (María Magdalena en la obra) a una audición para un anuncio de televisión. El director de casting le pide a Mireille que se quite la ropa. Daniel monta en cólera, vuelca las luces y las cámaras, hace un látigo con una cuerda y echa a todo el mundo: un paralelismo evidente con Jesús limpiando el templo. El templo era el centro de la fe para los judíos, ya que Dios habitaba en él. Jesús monta en cólera al ver que la casa de su Padre se ha convertido en un mercado. Continúa refiriéndose a su propio cuerpo como el Templo, donde habita su Padre.

Pablo nos recuerda que nosotros también somos el templo de Dios, ya que el Espíritu de Dios habita en nosotros. ¡Qué grande sería la furia de Jesús si nos encontrara profanando los templos humanos, la morada de su Padre!

Paulson Veliyannoor, CMF

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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