Evangelio según San Juan 1,29-34
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel".Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él.Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'.Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".
Queridos amigos:
Hoy me he tomado la licencia de centrar mi reflexión sobre el comienzo del salmo responsorial. Es el salmo 97 y da inicio con estas palabras: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. ¿Qué maravillas? Pues aquéllas que llegan hasta el confín de la tierra. Las de aquellos que antes sembraban con lágrimas y ahora cosechan entre cantares y llenos de júbilo. Las que experimentan, cuando cambia la suerte, los esclavos desterrados, a quienes sus opresores, entre risas de escepticismo, les pedían que cantasen un cantar de Sión y ellos, llenos de nostalgia, respondían que no se podían cantar ese canto en tierra extranjera.
En primer lugar, el salmista nos invita a contemplar esas obras salvadoras de Dios para toda la comunidad humana. Son esas obras las que van más allá de los límites geográficos e históricos de Israel y abarcan de norte a sur y de este a oeste hasta los confines de la tierra. Ellas son las que impiden que nuestro canto derive en puro folclore religioso. En segundo lugar, nos invita a cantar un cántico nuevo, con moderación primero y con algarabía y aclamación bullanguera después. No se trata sólo de que cante la voz humana. De hecho, además de ésta, se invita a participar también a la variedad de los instrumentos para participar en la alegría de la fiesta. Se invita a tararear y hasta a bailar, poniendo ritmo corporal a la música. El cántico nuevo es necesario que cante la vida misma y que ésta sea la Vida Nueva.
Ya está bien de aburrimiento litúrgico y de cánticos lastimeros “muy de iglesia”. Hemos de renovar nuestros libros de cantos y hemos de renovarnos quienes cantamos esos cantos. Hemos de vivir una alegría desbordante, sin perder las formas y el buen gusto. Que se note que estamos sobrecogidos por las maravillas de Dios.
CR
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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