viernes, 1 de septiembre de 2023

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 25,1-13.


Evangelio según San Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.

Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.

Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,

mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.

Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.

Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.

Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.

Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.

Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.

Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',

pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.


RESONAR DE LA PALABRA

El texto evangélico de hoy sigue con el tema de la vigilancia. “Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora”, dice Jesús al terminar. El tema se ilustra con una parábola ya conocida: la de las diez vírgenes, cinco sensatas y cinco necias.

A primera vista, se me ocurre que estas vírgenes sensatas no son muy solidarias con las cinco vírgenes necias. Desde el punto de vista evangélico, lo suyo habría sido que hubiesen compartido el aceite. No solo eso. Es que además, cuando llega el esposo, pasan todas a la fiesta y cierran la puerta, a sabiendas de que faltaban las cinco vírgenes necias a las que habían forzado a ir a comprar aceite para sus lámparas. Bien le podían haber dicho al esposo que faltaban otras cinco vírgenes y que había que dejar la puerta abierta para que pudiesen entrar cuando llegasen. Pero no, cierran la puerta y las dejan fuera. Casi hasta podríamos pensar que se alegran cuando el esposo, ante sus llamadas desde fuera, dice “No os conozco”. Todo esto ya nos puede hacer pensar en cuál habría sido la actitud más cristiana.

Pero las parábolas no se leen así. No hay que buscar cada elemento o momento de la parábola para darle una interpretación. Las parábolas son cuentos o historias breves con una única conclusión o enseñanza. Sus personajes se pueden portar mal o bien (recordemos la parábola del administrador injusto, por ejemplo). Eso no es importante. Lo que importa es la enseñanza final.

En esta parábola la enseñanza es sencilla y la explicita Jesús en sus palabras finales: “Velad, porque no sabéis el día ni la hora”. Cada minuto, cada segundo es importante en nuestra vida y hay que vivirlo a tope. No podemos dormirnos en los laureles. Hay que estar atentos y ser prudentes, tener aceite en nuestras lámparas y dedicar la vida al servicio del esposo. O lo que es lo mismo, al servicio de la buena nueva del Reino. Porque es lo único que vale la pena.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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