jueves, 4 de enero de 2024

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 1,35-42


Evangelio según San Juan 1,35-42
Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos

y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios".

Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.

El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué quieren?". Ellos le respondieron: "Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?".

"Vengan y lo verán", les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.

Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.

Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías", que traducido significa Cristo.

Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas", que traducido significa Pedro.


RESONAR DE LA PALABRA

El Evangelio de hoy me ha hecho recordar el cuento aquel del tonto, el dedo y la luna. Al tonto le señalaron la luna pero él se quedo mirando el dedo. Gracias a Dios, eso no les pasó a los discípulos de Juan. A las palabras de éste –“Este es el Cordero de Dios”– no tuvieron duda en abandonar a Juan e irse tras Jesús. Querían conocerle, saber quien era ése del que Juan decía que era el “Cordero de Dios”. Querían ir más allá del dedo, querían de verdad llegar a la luna, al mismo Jesús. Primera conclusión: es necesario un poco de curiosidad en la vida, de apertura, para no quedarnos en lo que nos dicen sino acercarnos nosotros mismos e intentar conocer directamente cómo son las cosas, las personas. Es una curiosidad que nos tiene que abrir camino más allá de los prejuicios.

Lo segundo que me gustaría señalar es la respuesta de Jesús a los dos discípulos: “Venid y lo veréis”. Es otra invitación al conocimiento directo, al encuentro tranquilo. Dice el Evangelio que los dos discípulos se fueron con Jesús y se quedaron con él aquel día. No es verdad porque en realidad se quedaron con él aquel día y muchos más días. Pasaron de ser discípulos de Juan a ser discípulos de Jesús. Le oyeron hablar con la gente, contar las parábolas, hablar del Reino, atender a los enfermos, acercarse a los pobres y marginados. Le vieron también enfrentarse a los sacerdotes, a los escribas y fariseos. No pasaron un día y una noche con él sino muchos días y muchas noches. Aprendieron de él, escucharon su palabra, le vieron actuar. Algunas cosas no las entendieron buen. Hasta cuando llegó el momento de la cruz salieron corriendo sin entender lo que estaba pasando. Hasta que le vieron resucitado y la luz se hizo presente en su corazón.

Así es como tenemos que conocer a Jesús. Porque el niño que hemos visto nacer en Belén, en aquella cuadra maloliente, va a crecer. Tenemos todo el año y todos los años para acercarnos a él, para ir entendiendo y abriendo el corazón a una presencia siempre sorprendente. Poco a poco iremos descubriendo lo que significa en Jesús ser el “Cordero de Dios”. No nos tenemos que desanimar. No se trata de entenderlo ni vivirlo todo el primer día. Tenemos tiempo. Se trata de seguir a Jesús y dejarnos fascinar por él, aunque a veces no le entendamos del todo.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

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