domingo, 8 de diciembre de 2013

Abrir las puertas del corazón al Redentor

Pe Adriano-dentro
Las personas esperan toda la semana el viernes, todo el año el verano (las vacaciones) y toda la vida para la felicidad.
Haz un cambio: transforma tus días en viernes, aprovecha las cuatro estaciones del año y no esperes que pase la vida para ser feliz.





La felicidad solo podrá establecer su morada en nuestra historia si, antes, limpiamos y preparamos – por intermedio de la sanación afectiva y emocional – la casa de nuestro corazón, de nuestro ser, para que entre y eche sus raíces.
La sanación y la restauración emocional son realidades importantísimas para que podamos experimentar una felicidad real.

Travesías y pasos necesarios para alcanzar la felicidad: Creo que solo camina bien, hacia delante, aquel que ha logrado resolver lo que quedó atrás. Y eso, de manera singular, en su interior. Este es un principio básico, nada avanza si está amarrado a realidades que lo tiran hacia atrás, y nadie podrá crecer hacia adelante y, consecuentemente, para lo Alto, si vive constantemente rehén de personas, sentimientos, decepciones y heridas que lo aprisionan al pasado.

Quien no busca sanar sus afectos y emociones se sentirá constantemente incompleto e infeliz aunque alcance mucho de sus ideales, porque sus innumerables heridas lo tornarán miope para ver la vida y sus verdaderas bellezas.
Es necesario entrar en esta travesía de la sanación afectiva y emocional, dando un paso a la vez, porque cada capítulo revelará un paso, y continuar, con perseverancia, hasta el fin de ese camino.

Abrir las gavetas de la vida afectiva y emocional: para que nos volvamos personas emocionalmente equilibradas, maduras, y consecuentemente felices, será necesario “abrir las gavetas” de nuestros afectos y emociones para curar y restaurar ahí aquello que esté enfermo y desordenado. Tal realidad solo será posible a partir de la experiencia del amor, en especial, del amor de Dios obrando en nosotros.
Transformación de los afectos: los afectos endurecidos por el invierno de los dolores y las decepciones podrán siempre ser transformados en primaveras de superación y novedad, basta que tengamos la valentía de trabajar sobre ellos, entablando un verdadero dialogo, escuchándolos y aprendiendo con ellos.

Carencias
Las carencias son vacíos que quedan en el corazón por no haber recibido el amor afectivo necesario a lo largo de la vida. Son vacíos, falta de amor, una verdadero hambre, hambre de amor.
Es necesario abrir las puertas del corazón para que Dios sane esas carencias y nos libere de su terrible domino.

Rechazo
El Papa Benedicto XVI dice que cada ser humano es fruto de un pensamiento de Dios, que cada uno de nosotros es querido, es amado y necesario. Es necesario permitirse sanar todo rechazo, abriéndose a la experiencia del amor, para que ese sentimiento nos restaure y llene todas nuestras ausencias.

Frustraciones
La frustración hace parte de nuestra historia humana y, digamos de paso, que el problema no es tanto frustrarse o no, sino la manera en que lidiamos y dialogamos con las frustraciones que se presentan en nuestra historia. Existen frustraciones que son momentáneas y que sirven para crecer y educarnos, como por ejemplo la frustración de no pasar una evaluación, quedarse si empleo, no ser campeón en un determinado deporte, no alcanzar una meta profesional, etc. También existen frustraciones más complejas, que no son momentáneas y que nos acompañaran a lo largo de la vida. La frustración, por ejemplo, de haber perdido un ser querido, no tener un papá o una mamá, de haber sido traicionado o abandonado, de portar una grave enfermedad, no haber podido realizar un sueño o ideal, de haber perdido maravillosas oportunidades, entre otros. Con tales frustraciones necesitaremos aprender a convivir y dialogar.

Superar el sentimiento de inferioridad:
una investigación realizada por una importante revista brasilera el 9/04/2006 presentó, de forma precisamente pragmática, la terrible dinámica inherente al caustico proceso de comparación. Lee con cuidado y atención:

“El proceso de comparación con otras personas mina la felicidad. La dificultad es que hasta las experiencias buenas pueden perder valor, dependiendo del contexto, en virtud de un proceso de comparación. Estudios muestran que una persona que gana un aumento, y ganando $500 pasa a ganar $1000 puede sentirse extremadamente infeliz si descubre que sus compañeros recibieron un aumento de $1500. Según el economista ingles Richard Layard, de London School of Economics, aun delante del hecho de que su salario se haya duplicado, la persona en cuestión sentirá una aguda infelicidad (tristeza) ocasionada por el proceso de compararse con los demás colegas. En fin, el proceso de comparación con los demás mina la felicidad humana”.

Alguien que vive el complejo de inferioridad y que por eso se torna rehén de la comparación se matriculará en la “escuela de la infelicidad” y podrá desarrollar algunas complejas actitudes malas y autoritarias. Eso porque acabará siendo impulsado por el deseo de disminuir a los demás, volviéndolos inferiores, para no sentir así el enorme peso de la inferioridad que habita y perturba su corazón.

Transformando las derrotas en sucesos:
“La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz (…)” (Lumen Fidei, 57)

Siempre será posible transformar los efectos de nuestra tristeza, construyendo sucesos a partir de nuestras desventuras y derrotas. Todo dependerá de la manera en que lidiemos con el dolor y de la elección que hacemos ante el misterio del sufrimiento. Podremos transformar nuestros dolores en luz, llorando y brillando como las velas y aprendiendo a madurar y producir esperanza a partir del dolor, o podremos volvernos personas egoístas y enojadas, que reaccionan infantilmente al sufrimiento, creyendo que los dolores del mundo nos duelen solamente a nosotros.

Dentro de las pesadas cargas afectivo-emocionales que lastiman a los seres humanos de hoy, el sentimiento de culpa figura como una realidad constantemente presente, y que ha desajustado la salud emocional de muchísimas personas.
La culpa le hace al ser humano sentirse indigno y malo, obligándolo a cargar un fuerte sentimiento de remordimiento y autocensura. Tal sentimiento, muchas veces es el resultado de rabia acumulada, no expresada de forma saludable, la cual, en un determinado momento, se termina poniendo en contra del propio corazón. Esa realidad corroe el alma lanzando un gran peso sobre los hombros, impidiéndole descubrir y saborear sus virtudes y bellezas. ¡Es necesario romper definitivamente con la culpa!

Romper con miedos, sanar los complejos:
el miedo es una realidad que lamentablemente ha sometido a muchos corazones en nuestros tiempos. Cuantas personas se volvieron incapaces de conquistar victorias y progresos en sus vidas en virtud de sus muchos recelos y temores.
Sentir miedo, obviamente, es una realidad común y natural en la vida de cualquier ser humano. Sin embargo, existe una especie de miedo que es profundamente nocivo, dado que paraliza el corazón y lo vuelve, aún delante de sus muchas potencialidades, pequeño y rastrero.

Es necesario declararle la guerra al miedo, no permitiéndole que nos subyugue y esclavice.
“Me pregunto: ¿qué significa el infierno? Respondo: la incapacidad de amar” (Fiodor Dostoievski)

La sanación de los afectos y las emociones:
para un autentico proceso de sanación es necesario, inicialmente, identificar las propias heridas y ausencias para, en un segundo momento, abrirse enteramente la experiencia del amor. Abrirse al amor de Dios, que es infinito e incondicional, que nos acoge como somos y nos abarca en nuestras necesidades afectivas y en consecuencia de eso, abrirse a la experiencia del amor humano.
Para ser sanados en nuestros afectos y emociones será necesario superar nuestros recelos y decepciones, los cuales nos “traban” en el ejercicio del amor. Para liberar, el amor, necesita se experimentado de una forma adecuada, necesitamos vivirlo sin miedo, de manera saludable, sin aprisionar ni siendo prisioneros.

“La suprema felicidad de la vida es tener la convicción que somos amados” (Víctor Hugo)

Romper con la dependencia afectiva:
En la base de esta especie de trastorno, la dependencia afectiva, están siempre presentes complejas y profundas formas de carencias afectivas: una verdadera “desnutrición emocional” que tiene su origen en la propia historia de aquel que sufre la dependencia. Padres ausente, negligentes, excesivamente rígidos o sobreprotectores, están presentes en la historia de quien tiene esta ambigua fragilidad.
Raíces de la dependencia: Todos nosotros, desde muy temprana edad, aprendemos que dependemos de nuestros padres (o de aquellos que asumieron esa función) para que tengamos cubiertas nuestras necesidades básicas: materiales y afectivas. Con el pasar del tiempo y si nutrimos un correcto desenvolvimiento de nuestra autoconfianza y autoestima esa dependencia va disminuyendo hasta diluirse totalmente.

La mayoría de los procesos de dominación se dan en el seno de la propia familia. Nadie puede ser humanamente feliz y realizado si no es libre afectivamente. Sin conquistar la autonomía interior para construir la propia historia, con elecciones propias y conscientes, el corazón se encontrará perennemente enfermo y, consecuentemente, no logrará hacer las paces con la victoria.

Testimonio de Carlos Marques Medeiros (São Paulo-SP): Superación de una historia trágica de mucho desamor, él vivió la travesía de la sanación afectiva y emocional y transformó sus derrotas en sucesos, a partir de un fuerte encuentro con el amor de Dios, que transformó y resignificó su historia.
“Dios colocó en nuestro corazón un ansia tan infinita de felicidad que solo Él consigue satisfacer” (YOUCAT , 2013. n. 281)


Padre Adriano Zandoná, Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
Traducción: @ExequielAlvarez
fuente Canción Nueva

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