domingo, 3 de noviembre de 2019

COMPRENDIENDO LA PALABRA 031119


“Hoy, la salvación ha llegado a esta casa”

Cuando se acercan las fiestas de Pascua, sin dudar decimos: “Mañana es la Pasión del Señor” y, sin embargo, hace ya muchos años que el Señor sufrió su Pasión, una vez por todas (Heb 9, 26). También este domingo con razón decimos: “Hoy el Señor ha resucitado”; ahora bien, han transcurrido ya muchos años desde que Cristo resucitó. ¿Por qué, pues, nadie viene a reprocharnos este “hoy” como una mentira?

¿No es que decimos “hoy” porque este día representa el retorno, en el ciclo temporal, del día en que tuvo lugar el acontecimiento que conmemoramos? Tenemos razón al decir “hoy”: en efecto, hoy, por la celebración del misterio, se hace realidad el acontecimiento que hace ya años tuvo lugar. Cristo fue inmolado una vez por todas y, sin embargo, hoy es inmolado en el misterio que celebramos; no tan sólo en cada fiesta pascual, sino todos los días, para todos los pueblos. No mentimos, pues, cuando afirmamos: “Hoy, Cristo ha sido inmolado”. Porque, si los sacramentos que realizamos no tuvieran una verdadera semejanza con la realidad de la cual son signos, no serían, de ninguna manera, sacramentos. Pero es precisamente esta semejanza que nos permite designarlos con el mismo nombre de la realidad de la cual son signos. Así el sacramento del cuerpo de Cristo es, en alguna manera, el cuerpo de Cristo; el misterio de la sangre de Cristo que realizamos, es la sangre de Cristo. El misterio sacramental de la fe, es la realidad que creemos.

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Carta 98, 9

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