viernes, 22 de noviembre de 2019

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 19,45-48


Evangelio según San Lucas 19,45-48
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores,
diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".
Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo.
Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

La primera lectura de hoy termina diciendo: Por entonces, muchos bajaron al desierto para instalarse allí, porque deseaban vivir según derecho y justicia.

También hoy los cristianos nos encontramos con ambientes difíciles donde poder vivir nuestra fe, pero no se trata de huir o de esconderse. Sabemos que lo que convence y arrastra no son las lindas palabras, sino las obras de amor hacia los demás, la solidaridad con el más débil y abandonado.

Con frecuencia aparecen noticias de enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en Egipto, entre cristianos e hindúes en la India… Y ciertamente da mucha pena ese odio por motivo del credo religioso. Por eso es más llamativa la obra de la Beata Teresa de Calcuta que supo ganarse el corazón de personas nada amigas de los cristianos. A Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. “Dios ama todavía al mundo, decía, y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres”. Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por Él y ardiendo con un único deseo: “saciar su sed de amor y de almas”. Ese mensaje todos lo entendieron y respetaron. No son las ideas las que nos hacen hermanos, sino los sentimientos y afectos, los gestos de amor.

San Lucas en el evangelio nos pone delante a Jesús que llora y se lamenta por su querida ciudad de Jerusalén que no ha reconocido ni aceptado la visita de Dios que la quiere salvar y preservar de la destrucción. Él, como buen judío, ama con un cariño especial a la Ciudad Santa, en cuyo templo reside la gloria del Dios de Israel. Jesús sabe que allí están todos los elementos necesarios para realizar el plan de Dios; pero la realidad es que la ciudad se ha convertido en símbolo de la obstinación y el rechazo a todo lo que tuviera que ver con la voluntad divina, y esto le atraerá la perdición, pues de ella «no dejarán piedra sobre piedra».

Ver llorar a una persona nos conmueve, ver llorar a Jesús, el Hijo de Dios, nos desconcierta por su profundísima humanidad: se ha hecho en todo semejante a cualquiera de nosotros y ama no sólo a personas concretas, sino también a aquella ciudad, Jerusalén, cuyos dirigentes la van a llevar a la destrucción y ruina total.

Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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