sábado, 25 de enero de 2020

CUANDO DIOS ELIGE, TRANSFORMA

«Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura.» Mc 16, 15

El gran san Crisóstomo, hablando de San Pablo le alaba cuanto puede, con tanto honor y estima que es cosa admirable ver cómo cuenta sus virtudes, perfecciones, excelencias, prerrogativas y gracias con las cuales Dios le adornó y enriqueció.

Pero tras todo esto, el mismo santo, para que veamos que esos dones no venían de Pablo sino de la bondad infinita de la divina Majestad, que le hizo lo que era, habla de sus defectos y cuenta sus pecados e imperfecciones diciendo: «Ya veis, ese jorobadito y malformado (era pequeño de estatura y feo) y de él ha hecho Dios un vaso de elección. Gran pecador y gran perseguidor de los cristianos y Dios le ha hecho, de lobo, cordero; ese melancólico, terco, orgulloso y ambicioso, colmado de gracias y bendiciones se ha vuelto humilde y caritativo, tanto que dice de sí mismo que es el menor de los apóstoles y el mayor de los pecadores y que se ha hecho todo para todos a fin de ganarlos a todos.» Y también dijo: «¿Quién está enfermo que no enferme yo con él? ¿Quién está triste sin estar triste yo? ¿Quién está alegre sin que yo me regocije con él?.» En verdad, que cuando los antiguos escribían las vidas de los santos eran exactos en rebuscar sus faltas y pecados, los contaban y declaraban, para exaltar y magnificar al Señor que se gloría en ellos, pues los ha levantado de su miseria, convertido y hecho grandes santos.

San Francisco de Sales
Sermón de mayo de 1616 ó 1617. IX, 74

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