sábado, 3 de octubre de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 031020


«Muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros»

El compartir profundamente los sentimientos se puede ser llamar una ley eterna, porque ello viene significado, o más bien se cumple y de manera primordial, en el amor mutuo e indecible de la Trinidad. Dios, infinitamente uno, siempre ha sido tres. Desde siempre, se goza en su Hijo y en su Espíritu, y ellos en él... Cuando el Hijo tomó carne, vivió durante treinta años con María y José, formando así una imagen de la Trinidad en la tierra...

Pero convenía que aquél que debía ser el verdadero Sumo Sacerdote y ejercer su ministerio para toda la raza humana estuviera libre de los lazos de unos sentimientos. Así, en otro tiempo, se dijo que Melquisedec no tenía ni padre ni madre (Heb 7,3)... Dejar a su madre, tal como Jesús lo da a entender en Caná (Jn 2,4), es pues el primer paso solemne para llevar a término la salvación del mundo... Jesús renunció no sólo a María y a José, sino también a sus amigos secretos. Cuando llegó su tiempo, él debió de renunciar a ellos.

Pero podemos muy bien suponer que Jesús estaba en comunión con los santos patriarcas que habían preparado y profetizado su venida. En una ocasión solemne se le vio conversar con Moisés y Elías sobre su Pasión. ¡Qué campo inmenso de pensamiento se nos abre sobre la persona de Jesús de quien sabemos tan poca cosa! Cuando pasaba noches enteras en oración... ¿quién mejor que ellos podían sostener al Señor y darle fuerzas sino la «admirable fórmula» de los profetas de quienes él era modelo y cumplimiento? Así podía conversar con Abrahán «que había visto su día» (Jn 8, 56), y con Moisés..., o con David y Jeremías, que lo habían prefigurado de manera eminente, o con aquellos que más habían hablado de él, como Isaías y Daniel. Allí encontraba él un fondo de gran simpatía. Cuando subió a Jerusalén para padecer, todos los santos sacerdotes de la antigua alianza debieron ir a su encuentro, precisamente ellos que habían ofrecido sacrificios prefigurando el suyo.



San John Henry Newman (1801-1890)
teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Meditaciones y Devociones : Part III, 2, 2 « Our Lord refuses sympathy »

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