lunes, 28 de diciembre de 2020

Herodes… se puso furioso.

Herodes… se puso furioso. (Mateo 2, 16)


¿Qué clase de persona ordena la matanza de bebés de dos años o menos? Alguien tan desequilibrado y paranoico como Herodes el Grande, esa clase de persona. Esta atrocidad muestra lo desesperado que debe haberse sentido. Posiblemente el nacimiento de un pequeño niño lo aterrorizaba porque sentía que su poder se le estaba escapando, y así era. Finalmente, su orden de matar a niños pequeños solamente era un golpe irracional y final de un destino que ya no podía evitar. Su oscuridad puede haberse desvanecido, pero él no caería sin luchar.

Puede sonar irónico, pero la desesperación de Herodes es otra señal de que la venida de Jesús marcó el inicio de una nueva era de libertad y esperanza. La luz de Jesús apenas estaba empezando a brillar, y los poderes de las tinieblas ya estaban temblando.

¿Cómo se relaciona esto con nosotros? Las obras de las tinieblas tales como el aborto, la eutanasia, la inmoralidad sexual y la corrupción en general continúan controlando el mundo. La oscuridad no está dispuesta a rendirse sin luchar, y pareciera que está ganando. O por lo menos, se está tomando mucho tiempo para admitir la derrota.

Hasta cierto punto, parecería razonable perder la esperanza por el mundo. Pero Dios no quiere que nos rindamos, y nuestra fe nos exhorta a mantener brillando la luz. A veces podríamos sentirnos tan indefensos como un niño en contra de tanto mal, pero es en esos momentos en que debemos recordar que exactamente así fue como Jesús llegó a este mundo. Solamente era un niño pequeño, pero su luz atrajo a los Magos que estaban a cientos de millas de distancia. Jesús era solo un niño, pero su luz llenó de terror a Herodes.

Podría parecer ambiguo y muy espiritual, pero lo mejor que tú podrías hacer es permitir que tu propia luz brille en la oscuridad. Muéstrale al mundo la diferencia que hace Jesús. Habla en contra del mal, pero de una forma que sea humilde y paciente. Permite que las palabras que tú dices, y las palabras que decides no pronunciar, demuestren la compasión y bondad del Señor. Nunca te olvides de que Cristo está en ti. Tú puedes hacer la diferencia.

“Ven, Señor, y brilla a través mío, te lo ruego, con la luz de tu amor.”

1 Juan 1, 5—2, 2
Salmo 124 (123), 2-3. 4-5. 7b-8
fuente La Palabra con nosotros

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