lunes, 26 de noviembre de 2018

Meditación: Apocalipsis 14, 1-3. 4-5

Llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero
y el nombre de su Padre.
Apocalipsis 14, 1

En la primera lectura vemos que San Juan tuvo una visión de los fieles cristianos que no se habían contaminado con la idolatría (generalmente descrita como inmoralidad sexual), visión en la que se reflejan y se cumplen los anuncios de los profetas Isaías y Sofonías. Isaías vio un “resto” que quedaría en Jerusalén y en el monte Sión (Isaías 37, 31-32); Sofonías anunció que Dios preservaría a “gente humilde y sencilla, que pondrá su confianza en mi nombre. Los sobrevivientes del pueblo de Israel no cometerán injusticias, ni dirán mentiras, ni llenarán de embustes su boca” (Sofonías 3, 12-13).

La imagen del Cordero de pie sobre el monte Sión, junto con su resto de sobrevivientes, encierra un profundo significado para la Iglesia, porque anuncia la victoria final de Jesucristo, nuestro Señor, y alienta a los cristianos a permanecer fieles al Evangelio en un medio hostil. Cristo ha derrotado al maligno y así, cuando creemos de todo corazón en esta victoria sobre el pecado, Satanás y la muerte, venimos a ser más que vencedores en Cristo (Romanos 8, 37).

El Señor congrega en su “resto” a todos los que lo aman, porque desea que todos —ricos y pobres, solteros y casados, viejos y jóvenes, laicos y religiosos— formen parte de los “primeros frutos” de su Reino. El número 144.000 es simbólico y representa a la totalidad de los redimidos, que más adelante se describe como “una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos… son los que han pasado por la gran tribulación, los que han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7, 9.14).

Ahora, en la última semana del año litúrgico, oremos para que mucha gente se entregue de corazón al Señor, para seguirlo dondequiera que vaya. Oremos también para que la Iglesia se purifique y permanezca victoriosa en medio de la maldad del mundo. Todos los cristianos podemos rechazar las tentaciones y los malos hábitos, porque Cristo que habita en nosotros protegerá a los que se esfuerzan para permanecer unidos a él mediante la oración, los sacramentos y la lectura bíblica diaria. ¿Vas a decidirte a seguir a Cristo de todo corazón tú también, querido lector?
“Amado Señor Jesús, cuéntame entre los que forman parte de tu resto fiel.”
Salmo 24(23), 1-6
Lucas 21, 1-4

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