lunes, 27 de julio de 2020

LA SEMILLA



Cuando Jesús compara el Reino de los Cielos con una semilla de mostaza, es necesario enfatizar qué es una semilla de mostaza. Si colocas una semilla de mostaza y la pones en la palma de tu mano, ella se pierde de tan pequeña.
Sabemos que todo lo que es pequeño a menudo es algo insignificante, que no tiene valor ni importancia. Este es el mayor error que cometemos en la vida: no saber dar valor e importancia a lo que es pequeño. Porque es solo lo pequeño, lo amado, lo cuidado y lo valorizado lo que se convierte en algo grandioso y valioso. La vida humana comienza como un grano, un embrión en el útero de una madre, y algunos quieren decir que este embrión no significa nada cuando, de hecho, lo significa todo porque toda la vida humana está allí.
¿Quieres que una persona crezca en bendiciones? Cuídala como un embrión, cuídala desde el vientre de su madre. Siempre digo: "Madres, recen por sus hijos desde el mismo momento de su gravidez. 
Creemos que para educar a un niño hay que esperar a que crezca, por el contrario, el momento principal, el cuidado fundamental está justo al principio para que esta semilla realmente crezca, para que luego se convierta en el hombre y la mujer que fueron cuidados en el vientre cuando aún era pequeño, y por eso mismo va creciendo.
Es solo lo pequeño, lo amado, lo afectuoso y lo valioso lo que se convierte en algo grande y valioso.
Vivimos en un mundo de grandeza, de grandes sentimientos, de volvernos importantes y más grandes, y estamos despreciando el cuidado de las cosas pequeñas. Como padre y madre, no puedes renunciar a detalles fundamentales en la educación de tus hijos; desde una solicitud de atención que hace el pequeño, desde la tarea escolar que está allí, desde un sentimiento que se despierta en su alma, todo, comenzando por las cosas más pequeñas, tienen un valor eterno de cuidado e importancia.
La vida sucede en las pequeñas cosas que hacemos, sé que hay un engrandecimiento de grandes gestos, y así sucesivamente. La Madre Teresa de Calcuta no se convirtió en la gran Madre Teresa por aquello que conocimos referido al gran trabajo que hizo, sino que lo fue antes, porque se dedicó intensamente a las cosas más pequeñas, desde lavar un plato con las hermanas hasta tantas otras cosas.
No nos enfoquemos en cosas que pueden atraer la atención de muchos, enfoquémonos en lo cotidiano de nuestras vidas, en la paciencia que estamos perdiendo con quienes viven con nosotros, en los pequeños gestos de saludo, diciendo "buenos días" o "buenas tardes".
El Reino de los Cielos solo se convierte en un gran árbol cuando es vivido en lo cotidiano, en la simplicidad y en las pequeñas cosas. Que sepamos, con todo nuestro corazón, ser esa semilla de mostaza, sembrando en el campo de los pequeños gestos porque eso es lo que hace grande la presencia del Reino de Dios entre nosotros.
¡Dios te bendiga!

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