domingo, 2 de marzo de 2014

Dios no juega con nosotros

Él cumple sus promesas    

diaconorenandentro“La fe es el fundamento de lo que se espera y la prueba de lo que no se ve” (Hebreos 11,1).
Vivimos mucho de la fe y de la confianza, un ejemplo de eso es cuando subimos a un ómnibus y confiamos que la persona que está en el lugar del chofer, será el conductor. La Palabra trae la fe en Cristo Jesús, y solo quien hizo una experiencia con Cristo puede confiar en Él. La fe es lanzarse a Cristo, con todo lo que somos y hacemos, como un niño que, aún a una gran altura, se lanza a los brazos de su papá, porque confía en él.

El mundo nos enseña a tener seguridad en las cosas materiales, por eso, cuando tenemos un auto lo aseguramos contra el robo; tenemos también un seguro de vida para dejar recursos a nuestros hijos al morir. Sin embargo, la fe en el Señor nos enseña a ir más allá.
Sin esperanza en la vida eterna vamos a vivir frustrados, porque vivimos muchas situaciones en este mundo y necesitamos creer en lo que hay más allá, creer en aquello que todavía no sucedió. Es fácil tener fe cuando el milagro ocurre, pero la fe de verdad está cuando continúas creyendo aún cuando las cosas no suceden o tardan en realizarse.
¡Dios no juega a ser Padre, el no juega a amarnos! La fe anima nuestro corazón, aún en los momentos de sufrimiento creemos en el milagro.

En estos días fui a visitar al papá del padre Roger Luis que está con cáncer, él está en cama, me recibió con una sonrisa y yo le dije: “¡Papá, Dios está obrando!” y él me dice: “No, hijo, ¡Dios ya obró!”. Que lección me dio ese hombre que, a pesar de estar con tanto sufrimiento, cree en la acción de Dios. Lamentablemente si yo preguntara a algunas personas qué es una vida perfecta, muchas me dirían que es una casa en la playa, que los hijos estudien en la facultad y se casen. Pero la vida perfecta no está aquí en la tierra sino en el cielo.

Si hasta hoy muchas personas jugaron a que cuidaban de ti, ¡Dios no juega, Él cuida de ti! Y la única cosa que Dios nos pide es que confiemos en Él. La fe es el fundamento de lo que se espera. Aprendí con Monseñor Jonas a esperar todos los días la venida del Señor. Hace poco tiempo tuvimos una visita de Dios por medio de un jóven que todavía no formaba parte de Canción Nueva, pero que se estaba preparando para ingresar a la Comunidad. Tenía 19 o 20 años, estaba bien, hizo su estudio bíblico, después fue a dormir, y durmiendo murió.
¡Nuestro corazón necesita arder de deseo por el cielo! Necesitamos estar listos para el cielo en todo momento.

En el YouCat (Catecismo Joven de la Iglesia Católica) dice que el cielo es el momento del amor sin fin. Nada nos separa ya de Dios, a quien ama nuestra alma y ha buscado durante toda una vida. Junto con todos los ángeles y santos podemos alegrarnos por siempre en y con Dios. Quien contempla a una pareja que se mira tiernamente; quien contempla a un bebé que busca mientras mama, los ojos de su madre, como si quisiera almacenar para siempre su sonrisa, percibe una lejana idea del cielo. Poder mirar a Dios cara a cara es como un único y eterno momento de amor [Cf. 1023-1026, 1053].
Es como está escrito en la Palabra de Dios, “cosas que los ojos no vieron ni oídos escucharon y no llegaron al corazón del hombre son las cosas que Dios preparó para los que lo aman.” (cf. 1 Corintios 2,9).

¡Necesitamos desear el cielo! Miren lo que está escrito en el libro del Apocalipsis “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Habían desaparecido el primer cielo y la primera tierra y el mar ya no existía. Vi también bajar del cielo, enviada por Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanada como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una fuerte voz, salida del trono que decía: Esta es la tienda de campaña que Dios ha instalado entre los hombres. Acampará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Enjugará las lagrimas de sus ojos y no habrá ya muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo antiguo ha desaparecido. Y dijo el que estaba sentado en el trono: Yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de confianza” (Apoc 21,1-5).

Gente, yo quiero ir al Cielo, porque allá no existen lágrimas, no existe más dolor. Y cuando yo esté listo para el cielo, quiero morir, porque quiero llegar al cielo, porque nuestro corazón desea estar en la presencia de Dios. ¡Dios tiene algo mucho mejor para ti, porque Dios no juega contigo!.
La fe exige de nosotros una nueva postura. La santidad se hace de pequeñas cosas, y para entrar al cielo, necesitamos ser santos. El santo no es el perfecto, sino aquel pecador que no renuncia al cielo. Tú tienes que mostrar al mundo tu fe, más aplicada en tu vida. Sé coherente. Dios quiere de nosotros una fe concreta, una fe que se manifieste en una vida nuevo. Anhela cambiar de vida.

Existen muchas personas en la China que para ir a la Santa Misa, arriesgan su vida. Y en varios lugares del mundo los cristianos son perseguidos y asesinados, mientras que ¡muchos de nosotros estamos siendo evangelios vivos a media boca!

El mundo está como está porque no estamos siendo verdaderos cristianso, por eso necesitamos crecer en la fe. Así como un bebé en la barriga de su mamá, que crece hasta tener que nacer, se encaja en el vientre materno para nacer, nosotros también: crecemos tanto que el mundo no entra más en nosotros porque nuestro corazón se dilata en Dios, porque nacemos para Dios y para las cosas de Arriba. para las cosas que no vemos.

Diácono Renan Felix
Canção Nova

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