martes, 23 de junio de 2020

MEDITACIÓN PARA HOY: SALMO 48 (47), 2-4. 10-11

 Entre sus palacios, Dios descuella como un alcázar. (Salmo 47, 4)

A los turistas les encanta visitar castillos. Desde el castillo de Windsor en Inglaterra hasta el de Cenicienta en Disney World, estas estructuras exhiben belleza y solidez. Su tamaño y decoración dan testimonio de la importancia de las personas que los habitan.

El salmo de hoy es una alabanza a Dios que sobresale de entre los “castillos” de Israel como un alcázar, un refugio para protegerse de los enemigos. Entre los edificios de la ciudad santa de Jerusalén se podía encontrar una expresión visible del poderío y la protección de Dios. El templo, en particular, recordaba a los antiguos israelitas que Dios siempre estaría con ellos ofreciéndoles paz y seguridad si ellos permanecían a su lado.

El pueblo de Israel tenía un lugar físico designado por Dios donde podían experimentar su presencia. Tal vez los católicos no tenemos una “ciudad santa”, pero sí tenemos objetos, lugares y gestos que nos recuerdan la presencia de Dios y las verdades de nuestra fe.

Estos signos son los sacramentos. Las cuentas del rosario, la señal de la Cruz o nuestra capilla preferida son mucho más que solo la apariencia externa. Ellas pueden dirigirnos hacia el Señor, enseñarnos o ayudarnos a adorar a Dios. Es similar a la forma en que un gesto ordinario como una sonrisa, un regalo inesperado o un abrazo cálido son signos externos de nuestro afecto interior por una persona.

Por ejemplo, tú sabes que Jesús murió en la cruz por ti, pero tú puedes experimentar esta verdad más firmemente cuando te haces la señal de la Cruz o se la haces a un ser querido. Los recordatorios físicos como este son como las “torres” y las “murallas” de Jerusalén, que manifestaban la presencia de Dios.

¿Cómo puedes sentir la presencia y la protección de Dios? Tal vez el signo de la paz en la Misa te recuerda que Dios te recibe con los brazos abiertos. Tal vez la suave madera de las bancas de la iglesia te dice que Dios es tu fundamento firme. Reflexiona sobre el día de ayer y trata de identificar una experiencia u objeto que te ayude a recordar al Señor. Una vez que adquieras el hábito de observar, encontrarás los recordatorios de la presencia del Señor por todas partes, pues el mundo está lleno de ellos.
“Señor mío Jesucristo, recuérdame que estás presente conmigo hoy.”
2 Reyes 19, 9-11. 14-21. 31-35. 36
Mateo 7, 6-14
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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