viernes, 28 de agosto de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 280820


Las virtudes prudentes y las virtudes necias

Nos han bien explicado que todo lo que tenemos que hacer en la tierra es amar a Dios. 

Para que no estemos indecisos, sin saber cómo hacer, Jesús nos dice que la única forma, única receta y camino, es amarnos unos a otros.

Esta caridad también es teologal, porque nos une inseparablemente a Él, es la única puerta, única entrada al amor de Dios. Las virtudes son los caminos que llegan a esta puerta.

Todas son hechas para conducirnos hasta allí más alegres y seguros.

Una virtud que no llega ahí, es una virtud que se hizo necia. (…)

Quizás pueda contentarnos 

llegar a una humildad sensacional, 

o a una pobreza imbatible, 

o a una obediencia imperturbable, 

o a una pureza a toda prueba. 

Eso podrá contentarnos. 

Pero si esta humildad, pobreza, pureza, obediencia,

no nos hacen encontrar la bondad, 

si la gente de nuestra casa, calle, ciudad, 

tiene siempre hambre o frío, 

si están siempre tristes, sombríos o solos, 

quizás seremos héroes. 

Pero no seremos de los que aman a Dios. 

Las virtudes son como las vírgenes prudentes.

Con su lámpara en mano,

permanecen acurrucadas junto a la única puerta, 

puerta de la dilección,

de la solicitud fraterna,

única puerta que se abre a las bodas 

de Dios con sus amigos.


Venerable Madeleine Delbrêl (1904-1964)
laica, misionera en la ciudad.
La alegría de creer (La joie de croire, Seuil, 1968), trad. sc©evangelizo.org

No hay comentarios:

Publicar un comentario