lunes, 10 de agosto de 2020

RESONAR DE LA PALABRA - San Juan 12, 24-26

Evangelio según San Juan 12,24-26.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.

RESONAR DE LA PALABRA
Queridos hermanos:

La fiesta del mártir San Lorenzo nos propone lecturas que hablan de la semilla, del grano frágil que lleva en su seno la energía y la potencia de la vida: “El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra abundantemente, abundantemente cosechará” (2 Cor 9,6); “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24). ¿Qué nos sugiere esta imagen de la semilla?

Una vida que se aferra a sí misma, que no se hace donación, que no se hace alimento y aliento a los demás es una vida estéril de sentido, aunque lleve dentro la potencia de la vida por desabrocharse y fructificar. En otra ocasión, Jesús cuenta la parábola de un hombre que derribó sus graneros y construyó otros mayores para guardar el trigo y sus bienes (Lc 12,18), y nos muestra que una conducta así es incompatible con su mensaje.

No es extraño que alguien que hizo de su vida una constante donación pudiera decir “si el grano de trigo no muere…”. Con este ejemplo de la creación (el grano de trigo que cae y muere), nos está indicando el misterio de la nueva creación (la entrega de su vida en la cruz que genera nueva vida a la humanidad). Es desde esta realidad de donación donde la vida surge con toda su potencialidad. Con esta imagen Jesús nos está diciendo: “Si quieres saber quién soy yo, ¡mira la cruz!”.

El grano de trigo no muestra su fuerza cuando está intacto en la mano del agricultor o guardado en un granero. Solamente cuando la semilla cae en la tierra y muere, entonces podrá producir mucho fruto. Así es nuestra vida, cuando vivimos solamente para conquistar nuestros proyectos personales, cuando todo ponemos en función de nuestros intereses egoístas, sin pensar en los demás, es una vida llena de cosas, pero no de sentido. En el fondo, será una vida estéril, sin frutos.

La vida del diácono San Lorenzo nos muestra cómo tiene que ser una vida entregada a Dios y a los demás: según cuenta la tradición, cuando el papa Sixto era llevado al martirio da el encargo a Lorenzo de distribuir a los pobres los tesoros que tenía. El prefecto Cornelio Secular al saber de los tesoros de la Iglesia, intima a Lorenzo a entregarle estos tesoros en tres días. Lorenzo, siguiendo las instrucciones del papa, distribuyó todos los fondos que conservaba con los pobres de Roma. Llegado el momento de presentar los tesoros de la Iglesia, Lorenzo mostró al prefecto todos los pobres mantenidos por la Iglesia. Por eso fue martirizado, entregando su vida.

Que la fuerza de la Palabra y el ejemplo de la vida de San Lorenzo nos despierte hacia una nueva solidaridad, especialmente en este tiempo en que se nos exige mirar la vida de aquellos que padecen las consecuencias de la pandemia. Que nuestra vida sea una entrega que genere muchos frutos para los demás.

Tu hermano en la fe,
Eguione Nogueira, cmf
fuente Ciudad Redonda

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