martes, 11 de agosto de 2020

SEÑOR, SÁLVAME


«No tenemos que avergonzarnos de gritar, como Pedro: ‘¡Señor, sálvame!’. Llamar al corazón de Dios, al corazón de Jesús: ‘¡Señor, sálvame!’. ¡Es una bonita oración! Podemos repetirla muchas veces: ‘¡Señor, sálvame!’. Y el gesto de Jesús, que enseguida tiende su mano y agarra la de su amigo, debe ser contemplado durante mucho tiempo: Jesús es esto, Jesús hace esto, Jesús es la mano del Padre que nunca nos abandona; la mano fuerte y fiel del Padre, que quiere siempre y solo nuestro bien. Dios no es el gran ruido, Dios no es el huracán, no es el incendio, no es el terremoto – como recuerda hoy también la historia del profeta Elías –; Dios es la brisa ligera – literalmente dice así: el “susurro de una brisa suave”- que no se impone sino que pide escuchar. Tener fe quiere decir, en medio de la tempestad, tener el corazón dirigido a Dios, a su amor, a su ternura de Padre»

Francisco
Ángelus
09-08-2020 


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