martes, 30 de octubre de 2012

Clama al Señor y la victoria vendrá!

En general, cuando pasamos por situaciones difíciles nos angustiamos, caemos en desesperación y nos volvemos sobre nosotros mismos.
El problema nos envuelve de tal forma que olvidamos a Dios
y comenzamos a alimentar sentimientos negativos.
Aceptamos con mucha facilidad las insinuaciones del enemigo que nos invita a revelarnos contra Dios, acusándolo se ser la "causa" de todo dolor, dolencia, infelicidad y principalmente, de la muerte. En la hora de la desesperación no faltan personas que golpean nuestro interior repitiendo:
"¡Paciencia!, Es la voluntad de Dios!"

Necesitamos entender que el Señor es nuestro mayor aliado,
sólo Él puede venir en auxilio de nuestras flaquezas.
El libro de Los Salmos nos enseña a vivir abandonados en Dios
y a confiar plenamente en el socorro del Cielo.

¿Oramos el Salmo 18?
Percibe la manifestación del abandono y la confianza en Dios.


"Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador, mi Dios,
el peñasco en que me refugio, mi escudo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
Las olas de la Muerte me envolvieron,
me aterraron los torrentes devastadores,
me cercaron los lazos del Abismo, las redes de la Muerte llegaron hasta mí.
Pero en mi angustia invoqué al Señor,
grité a mi Dios pidiendo auxilio,
y él escuchó mi voz desde su Templo, mi grito llegó hasta sus oídos."

Salmo 18(17) 2-7

Cuando invocamos el Nombre del Señor,
Él se compadece de nuestras miserias y se inclina en nuestra dirección.
El Amor de Dios es tan grande que Él viene a nuestro encuentro,
cuida de nuestras heridas, restablece nuestra dignidad de hijos
y cura nuestro corazón de toda desesperanza.
Si confiamos nuestros problemas a Jesús
y proclamamos su Señorío sobre toda y cualquier situación,
no seremos derrotados de ninguna forma.
Victorioso es aquel que confía en el Señor
y no se aparta en la hora del sufrimiento:
"En mi angustia invoqué al Señor,
clamé a mi Dios".

La Gracia de Dios es para todos!
Si estas viviendo alguna situación difícil, aproxímate al Trono de la Gracia,
y entrega todo a Dios, que es omnipotente, omnisciente, omnipresente.
Y recuerda que la base del tratamiento de cura es: "oración y perdón".

Comencemos yá!
Digamos:

Señor, clamo ahora tu Señorío sobre toda mi existencia.
Desde mi concepción hasta éste momento, que tu poder venga a revestir
todos los momentos de oscuridad y todo se torne luz delante de Tu Nombre.
Te pido perdón, Jesús, por no haberte acogido en tantas ocasiones importantes
de mi vida. Te pido perdón por las veces que rehusé amar a mi familia,
viendo solamente los defectos y no las riquezas.
Jesús, renuncio a todo sentimiento de culpa, rabia, odio, 
y resentimientos que fueron guardados en mi mente y en mi corazón.
Perdono a todas aquellas personas que de alguna forma me perjudicaron
y asumo el compromiso de aprender a amarlos. Sé que por mi mismo
no soy capaz, pero tu Gracia está conmigo y tu poder viene en mi auxilio.
Así seré capaz de amarlos.
Gracias, Señor, por todo lo que estás realizando.

Mons. Jonas Abib
"Milagres aos nossos olhos"
Editorial Canção Nova
Adaptación y traducción: miguel


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