sábado, 24 de noviembre de 2012

El amor que escandaliza

Los fariseos y los escribas criticaban a Jesús porque Él no despreciaba a los pecadores públicos, como los judíos hacían con los publicanos, que eran los recaudadores de impuestos en la época del Imperio Romano. El Maestro estaba en medio de esos hombres para hablarles al corazón y conducirlos a la conversión, pero para eso, necesitaba acercarse a ellos. Como Jesús era judío, Él ponía su reputación en juego, su nombre, porque comer con pecadores era contra la ley judía. Después de haber sido criticado por los fariseos y los maestros de la ley, Jesús les dice dos parábolas.
En primer lugar, Jesús cuenta la parábola de la oveja perdida y hace una pregunta a los judíos:
“Si uno de vosotros tiene cien ovejas y pierde una,
no deja las noventa y nueve en el desierto,
y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?”
(Lc 15, 4).
Trata de convencer a sus compatriotas de que los pecadores necesitan refugio y una nueva oportunidad.  Jesús se coloca en el  lugar del pastor, que se alegra de encontrar a la oveja perdida (cf. Lc 15, 6), para estar con los hombres, los pecadores públicos, que en la reunión con él, tuvieron la oportunidad de conversión por lo que el Buen Pastor dice:
“Así que no habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se arrepiente,
que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento“
(Lc 15, 7)

Después, Jesús cuenta la parábola de la moneda perdida, comenzando con otra pregunta: “¿Y si una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una,
no enciende una lámpara, barre la casa
y busca con cuidado hasta encontrarla?”
(Lc 15, 8)
Para nosotros, esta parábola no es muy significativa, pero para los judíos tiene un significado importante. 
El número diez representa la plenitud, y la pérdida de una de las diez monedas
revelaba una plenitud perdida.
Al contar esta parábola, el Señor nos dice que Él no quiere perder a nadie,
así que comía con los pecadores para tratar de rescatar a los que estaban perdidos.
Jesús está siempre con nosotros, incluso cuando pecamos,
porque quiere nuestra santificación y nuestra salvación.
Parece una locura, dejar noventa y nueve ovejas en el desierto para buscar a la oveja perdida (cf. Lc 15, 4).
Al hacer esto, había un riesgo de perder a algunos de ellos también.
Este fue el riesgo que el Señor corrió al volverse a aquellos hombres, considerados pecadores públicos, porque Cristo era un judío y por lo tanto era escandalizar a sus compañeros. Del mismo modo, hoy en día, también es corre el riesgo de perder a otras ovejas visitándonos a ti y a mí, incluso cuando estamos en pecado.
El amor de Dios es así,
escandaliza y nos deja sin palabras,
porque no lo entendemos.
Pero con tantas pruebas de amor, no podemos negar que somos amados por el Señor. Él nos amó a nosotros cuando todavía éramos pecadores (cf. Rm 5, 8), como amó a aquellos publicanos.
Natalino Ueda
Consagrado de la Comunidad Canción Nueva

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