miércoles, 31 de julio de 2013

QUIERO "LÍO"!

Alfredo Mª Pérez Oliver, cmf -
Miércoles 31 de Julio del 2013
Quiero lío.
Con su oratoria popular el Papa Francisco no ha dejado pasar la ocasión de su encuentro  con los jóvenes argentinos para animarles a no defraudar las consecuencias de la jornada de la Juventud.: ¡Espero lío! ¿Qué acá en Río va a haber lío? “ ¡Va a haber! ¡Pero quiero lío en las diócesis!..¡Quiero que la Iglesia salga a la calle! ¡Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación!... Que me perdonen los obispos y los curas…Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores ¡Y los viejos abran la boca y enséñennos!… Sepan que en este momento, ustedes, los jóvenes y los ancianos están condenados al mismo destino:¡Exclusión! ¡No se dejen excluir! ¿Está claro?
En Copacabana. En la ceremonia de inauguración llama a la revolución. ¿Pero que revolución?  Tomemos todos nota: “Amigos, la fe es revolucionaria. Y yo te pregunto:¿estás dispuesto a entrar en esa onda de la revolución de la fe? Sólo entrando tu vida joven en esa onda, va a tener sentido y será fecunda
¿Quiénes son los que van a armar lío y revolución en las diócesis y parroquias y…?
Lo voy a decir con mayúsculas, que es la manera de hablar alto y claro por escrito: LOS INSOPORTABLES. Y los santos son insoportables, porque los queremos en el cielo rezando por nosotros, pero no a nuestro lado. La mediocridad no soporta a sus espaldas a nadie que se tome en serio el Evangelio y “no licue la fe”, como dijo el Papa,
En una comedia poco conocida de Benavente “Los santos para el cielo y los altares”, advierte Don Jacinto, que al personal le encantan los santos cuando están quietecitos en los altares, pero cuando viven a nuestro lado crean muchos problemas y por eso hay prisa de que lleguen a su destino que esperan:, ya que ”muero porque no muero” como decía Teresa de Ávila.
Y el ingenioso Chesterton capta que a fin de cuentas los siglos son salvados por la media docena hombres y mujeres que supieron ir contra las corrientes de moda que traían de cabeza a la gente de su siglo.
Pregunta de difícil respuesta
O sea que los santos y santas son los que van a armar lío. Y no la mayoría, que aunque duela en carne viva decirlo, la impresión que damos es de mediocridad. Y la pregunta que por largo tiempo me hice sin encontrar respuesta era:”¿Cómo es que participando cada día en la Eucaristía, no somos más santos?”
No se puede negar la fuerza transformadora de la Santa Misa. Habrá que buscar el fallo en el personal devoto. ¿Pero donde está el fallo? Al final aparqué el tema que me dejaba con los pies fríos y la cabeza ardiendo.
Y cuando menos lo esperaba se encendió la luz que daba una respuesta teológica satisfactoria. La luz me vino al hacer un trabajo sobre el gran san Agustín. Intentaré explicarlo “en calderilla”.
El santo doctor define el Sacramento como “signo eficaz de la Gracia.”  Y gran parte de la teología posterior comentó los efectos, las consecuencias de la recepción sacramental. Se recibía “ex opere operato” (por la misma fuerza del sacramento) la Gracia de Dios y dependía de un mayor o menor fervor “ex opere operantis” recibir más o menos Gracia. Resultado fue una espiritualidad que intentaba acumular Gracia con la recepción de sacramentos y  la práctica de buenas obras para “merecer”. La de veces que me habrán preguntado: Padre, ¿mereceré por esto? Y así llegar al encuentro definitivo con la mochila a rebosar.
¿Qué falla en este enfoque? Se olvida que para San Agustín el “signo Sacramental” es personal: Pedro bautiza es Cristo quien bautiza. Es más importante el encuentro personal con Cristo, que se da a través del signo, que el regalo que nos deja. Pondré un ejemplo. Si viene un amigo el día de mi santo a felicitarme y me trae un obsequio. Yo lo recibo y le doy las gracias y me pongo a examinar el libro que me ha regalado. Al cabo de dos minutos el amigo se despedirá: ¡Que pases buen día!
¿Verdad que es absurdo? Aprecio a mi amigo y le agradezco que haya venido él. Aparco el regalo porque lo que me vale es su afecto. Y le invito a tomar alguna cosa y sobre todo a tener un encuentro de amistad en el que abramos el corazón.  Pues bien ¿Cuál es la experiencia?  El personal acaba la Misa y sale zumbando. Después de una conferencia sobre el tema, me comentaba un sacerdote: ¡Qué razón tienes! Acabamos la Misa y salimos “escopeteaos”.
En términos técnicos. El signo personal definido por Agustín lo hemos “cosificado”. Damos más importancia al regalo de Gracia creada que nos deja, que al encuentro personal  con Él, Gracia Increada.
Lo más importante no es el regalo de Gracia que me deja la recepción del Sacramento. Lo importante es Él. Y me quedo largo rato con el Amigo y Salvador y le abro el corazón y le pido que me transforme en Él, Que me asimile porque el principio vital más fuerte asimila al débil. Y así al cabo de un tiempo notaré que vivo yo, ya no yo es Cristo quien vive en mí, como San Pablo pudo  afirmar. Y soy su  transparencia. Y la gente verá un discípulo que es sincero y leal, que mantiene la palabra dada, que no busca honores y riquezas, que no es esclavo del dinero ni del éxito, que no se preocupa de aparentar, que sabe que arriba tiene un Padre que le lleva en la palma de su mano. Que es gentil, afable que posee un corazón puro que se descubre en  una mirada limpia.
Yo al menos, doy gracias a Dios de que lo único que deseo es ser cada vez más y mejor amigo de Jesús. Y cuando llegue el gran Encuentro no le voy a presentar ninguna mochila repleta. Sólo quiero decir: AQUÍ  ESTÁ  TU  AMIGO.
Amigas y amigos sólo daremos “lío” si somos grandes amigos de Jesucristo. Y gritaremos al mundo que esa amistad es el tesoro escondido, la perla preciosa por la cual merece la pena vender todo lo demás. Y como ha gritado el Papa lo anunciaremos, sin miedo a todo el mundo y en especial a la periferia.
Y algo imprescindible. Nadie como María nos enseñará y ayudará a ser amigos de Jesús.

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