sábado, 23 de diciembre de 2017

COMPRENDIENDO LA PALABRA 231217

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Sermón 293,3; PL 38, 1327
“De pronto recuperó el habla y comenzó a bendecir a Dios.” (Lc 1,64)

    Juan nace, recibe su nombre y, he aquí, que la lengua de su padre se suelta...

Considerad este acontecimiento desde la realidad profunda que simboliza y contemplad un gran misterio: Zacarías queda mudo hasta el nacimiento de Juan, el precursor del Señor que le suelta la lengua. Qué significa este silencio de Zacarías sino el velo que se extendía sobre las profecías y, de alguna manera, las escondía y las sellaba antes del anuncio de la Buena Noticia de Cristo. Cuando aparece Cristo, las profecías se declaran, son proclamadas cuando viene Aquel del que ellas hablaban.

    El nacimiento de Juan suelta la lengua de Zacarías. Este acontecimiento tiene el mismo sentido que el hecho de rasgarse el velo del templo en el momento de la muerte de Cristo en cruz. (Mt 27,51) Si Juan no hubiera anunciado la venida de otro, la lengua de Zacarías no se hubiera soltado; no hubiera recuperado el habla porque el nacimiento de su hijo es el nacimiento de la voz. ¿No dirá Juan más tarde? -Yo soy la voz que llama en el desierto-(Jn 1,23).

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