domingo, 24 de diciembre de 2017

RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Lucas 1,26-38.

Evangelio según San Lucas 1,26-38. 
El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. 


RESONAR DE LA PALABRA 
Fernando Torres cmf
María, la gozosa espera del recién nacido
El nacimiento de una nuevo hijo en una familia es siempre un momento lleno de alegría y esperanza. Pero también es, hay que reconocerlo, un momento difícil. La madre pasa por un trance que no es fácil. La vida que nace viene al mundo en medio del dolor. El recién nacido es frágil, débil. Los padres se tienen que volcar en cuidados y atenciones. El bebé se convierte necesariamente en el centro de la familia. Necesita de todas las atenciones posibles. Sólo así la nueva vida podrá crecer y llegar a ser una persona adulta. Es un largo proceso que está erizado de dificultades. El recién nacido es para los padres un motivo para ser responsables. La alegría del nacimiento se irá colmando en la medida en que los padres colaboren en el desarrollo del hijo. Por eso la expectativa del nacimiento es tiempo de esperanza pero también de preocupación. ¿Irá todo bien?
María es la protagonista de este último domingo de Adviento. El momento del nacimiento de Jesús está cerca. María vivió sin duda este tiempo en la esperanza y en el gozo. Como toda madre se haría preguntas en torno al futuro del hijo que llevaba en su seno. Y no tendría todas las respuestas. Solamente podía fiarse de la palabra de Dios que había recibido: lo que llevaba en su seno era obra del Espíritu de Dios. La fe caracteriza la actitud de María. Vive tranquila, confiada en el Señor. Por eso, puede ir a visitar a su prima para ayudarla también en el momento del parto.
La gozosa esperanza en la fe debe caracterizar también la vida de la Iglesia y de nuestra comunidad cristiana. En nuestro mundo está germinando la presencia de Dios. Eso forma parte esencial de nuestra fe. Prepararnos para celebrar la Navidad es tener abierto el corazón a la novedad que Dios puede traer en cualquier momento a nuestras vidas. Porque Dios sigue naciendo en nuestro mundo. Dios sigue haciéndose presente entre nosotros. A veces de las formas más inusitadas, pero siempre, seguro, entre sus preferidos, los más pobres, los más sencillos, los que no tienen nada. ¡Bienaventurados seremos si somos capaces de descubrir esa presencia misteriosa de Dios cerca de nosotros! Entonces sí que estaremos preparados para celebrar la Navidad.
Para la reflexión
Cuando observamos nuestra sociedad, ¿somos capaces de descubrir en ella esa presencia inminente de Dios? ¿Celebramos con gozo los signos de salvación y de vida que descubrimos en nuestro mundo?

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

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