martes, 22 de mayo de 2018

Meditación: Marcos 9, 30-37

Si alguno quiere ser el primero,
que sea el último de todos y el servidor de todos. 
Marcos 9, 37

¡Qué ejemplo más impresionante nos da el Señor! Jesús, el Hijo de Dios, el Señor del universo, tomó a un niño pequeño en brazos y lo mostró a sus discípulos. Con este simple gesto, Cristo estaba demostrando no solamente lo tierno y cariñoso que es él, sino enseñando a los Doce la actitud que ellos mismos debían tener.

Jesús aprovechó este episodio para dar a conocer la gran diferencia que hay entre el deseo humano de adquirir poder y prestigio y el deseo del Padre de que sus hijos estén dispuestos a aceptar y favorecer a los humildes y los indefensos. De hecho, Cristo hizo una declaración radical al identificarse con los débiles, los necesitados y los sencillos, diciendo que quien recibiera a un niño en su nombre lo recibía a él mismo. Ahora bien, ¿abrazarías tú a Cristo? ¿Y lo harías aunque él fuera pobre, de otra raza, refugiado o estuviera preso?

Día tras día nos bombardean las noticias de lo que hacen los ricos y famosos, los poderosos y privilegiados; la sociedad nos incita a imitar a los que están dedicados a conseguir más dinero, fama e influencia. Pero nadie se acuerda de los pobres y los débiles. ¡Esto es lo contrario de lo que enseñó Jesús! Él mismo vino al mundo sin pompa ni ceremonia, sino indefenso y humilde. Poco a poco, escuchando la enseñanza y viendo el ejemplo de Cristo, los discípulos fueron entendiendo que la idea de grandeza y liderazgo que él y el Padre enseñaban era radicalmente distinta. En efecto, la verdad de Jesús es absolutamente diferente de las imágenes que vemos en la televisión, el cine y en los poderosos. Los cristianos también tenemos que aprender a distinguir entre la vida nueva y verdadera del Reino de Dios y la vida “buena” pero engañosa y vacía que nos ofrece el mundo.

Hermano, trata de tener presente la imagen de Cristo con el niño en brazos y procura discernir qué te dice esta figura acerca de lo que es la grandeza ante los ojos de Dios y no la pierdas de vista al considerar cómo quiere el Señor que le sirvas. Esta imagen puede guiar tus pensamientos y tu corazón al buscar el camino de la grandeza en el Reino de Dios.
“Jesús, Rey y Señor mío, enséñame a servir como tú serviste; a buscar a los débiles e indefensos para ayudarles en tu nombre. Abre mis ojos, Señor, para recibirte a ti en ellos.”
Santiago 4, 1-10
Salmo 55(54), 7-11. 23
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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