martes, 22 de mayo de 2018

¿Qué se puede esperar del bautismo en el Espíritu?

¿Qué se puede esperar del bautismo en el Espíritu?
La gente podría preguntarse: ¿qué es de hecho lo que experimenta una persona a través del bautismo en el Espíritu? Experimenta al propio Espíritu Santo, su fuerza, su unción en la oración, el poder de sus carismas, el consuelo en las tribulaciones. El ayuda a tomar decisiones correctas en la vida. Al venir sobre ti, El va a curar tu corazón y transformar todo tu interior, va a hacerte descubrir una alegría nueva, va a iluminar tu inteligencia para hacerte comprender las Sagradas Escrituras como nunca, te va a dar gusto de alabar a Dios y te va a enseñar que un milagro sucede cada vez que proclamamos con fe que “Jesús es el Señor”.

“No se puede contestar”, afirma Karl Rahner, «que el hombre tenga aquí [en la tierra] experiencias de gracia que le dan un sentido de liberación, le abren horizontes completamente nuevos, se imprimen profundamente en él, le transforman, plasmando, hasta por largo tiempo, su actitud cristiana más íntima. Nada impide llamar a tales experiencias bautismo del Espíritu»

En todo, Jesús es aquel que bautiza en el Espíritu Santo. Aquí, la palabra “bautizar” es usada en el sentido de inundar, sumergir, cubrir hasta el tope como el agua hace con quien en ella se hunde. Jesús bautiza en el Espíritu Santo, considerando que El inunda al “dar el Espíritu sin límites” y “derrama” su Espíritu sobre toda la humanidad rescatada.

Un amigo me contaba como fue para él esa experiencia. Complemente drogado, pasó por enfrente de una Iglesia en el momento en que un grupo de la Renovación Carismática Católica estaba reunido en oración. El entró por la música. Pero, en seguida, una persona comenzó a hablar con tanto amor y tanta autoridad sobre Jesús, era una predicación tan ungida, que el no consiguió resistir. Aquellas palabras entraron cada vez más hondo y con más fuerza en su corazón. Los efectos de la droga, que deberían durar por unas seis horas, pasaron en menos de cuarenta minutos, más bien antes que terminase la oración. Desde aquel día mi amigo nunca más se drogó, se alcoholizó o se prostituyó, porque desde entonces lo que lo embriaga es el amor que recibe de Dios.

El bautismo en el Espíritu es aquel momento en que la persona se convierte, se vuelve a Dios, escoge a Jesús como su Señor, reafirma su bautismo, y hace eso por ella misma, sin que nadie la fuerce. Es parecido con lo que sucede a una persona que, después de sufrir un paro cardíaco, recibe aquel choque que reanima el corazón y vuelve a vivir.

Yo prefiero usar más bien la expresión “efusión del Espíritu Santo” para que nadie confunda esa gracia del “bautismo en el Espíritu” con el “sacramento del bautismo”. Pero, como dice el teólogo Yves Congar: “Una cosa es cierta: se trata de una realidad que cambia la vida de las personas”.

Después que una persona es bautizada en el Espíritu todo cambia para ella. Es una experiencia tan fuerte que se vuelve inolvidable. Y su simple recuerdo es fuerza y consuelo en medio de las tribulaciones. Es tan linda y feliz experiencia de una transformación inesperada: fuerzas nuevas invaden el corazón de la persona, llevándola a realizar lo que antes juzgaba imposible. El es el Espíritu de coraje: coraje para asumir compromisos nuevos y difíciles al servicio de Dios y del próximo.

Numerosas personas que vivían apagadas, sin energía, sin aliento, sin coraje de luchar, reciben de Dios una fuerza que las enciende, trayéndoles dinamismo y envergadura en la lucha. Es como si de repente la vida entera, por una fuerza que no es simplemente humana, diese una media vuelta, transformándose en una vida enteramente nueva.

Algunas veces, esa fuerza salta las paginas de un libro y entra en el corazón de alguien. Mirá lo que escribió una persona contando como su vida fue transformada a partir de una lectura:
“En un momento de intimidad con el Espíritu Santo, el gran milagro sucedió. En medio de una lectura sentí y oí a Jesús hablando conmigo. El me dijo que me aproximase más, y que no intentase hallar la perfección en la religión, y sino en Dios, pues solo Él es perfecto. Sentí el deseo de confesarme por primera vez… Concluyendo: al terminar el libro, busqué un sacerdote, hice una preparación, me confesé, comulgué y no me perdí más una misa semanalmente.Descubrí a Jesús todavía más vivo en mi vida, aprendí a transformar las cosas a través de la oración y oír la voz de Dios, pues antes sólo yo hablaba y El me oía. Mi vida se transformó después de 30 años vividos. Me confesé, comulgué, y Dios ha conducido mi vida, enseñándome a vencer las aflicciones”.
Marcio Mendes
“La vida en el poder del Espíritu Santo”
Editorial Canción Nueva – Adaptación del original en portugues

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