lunes, 16 de septiembre de 2019

Una palabra Tuya bastará para sanarme

Basta con que digas una sola palabra
y mi criado quedará sano.
Lucas 7, 7

El Evangelio de hoy relata el caso de cuando Jesús sana a la distancia al criado del centurión solo por el poder de su palabra. Pero ¿cómo comenzó todo? Varios judíos le pidieron que fuera a sanar, no a un familiar ni otro judío, sino al criado de un oficial pagano. Era un centurión romano que creía que Jesús tenía una autoridad suprema; por eso, envió a unos emisarios a buscarlo y él accedió.

En la Escritura leemos muchos milagros que ocurrieron porque alguien intercedió ante el Señor en nombre de otra persona, principalmente un padre o madre que le suplicaba en favor de un hijo enfermo o un amigo que le pedía que interviniera, y el Señor accedió siempre y les concedió lo que le pedían.

Lo bueno es que la intercesión no se limita a los tiempos bíblicos, y todos nosotros podemos ser intercesores y posiblemente tú, querido lector, ya has intercedido por tu familia y amigos. Pero tal vez ahora es una buena oportunidad para aprender a interceder y obtener más y mejores resultados. ¿Cómo? Por ejemplo, decide hacerte el hábito de rezar por diversas personas y tal vez hacerlo diariamente o con frecuencia para adoptar la costumbre.

Primero, anota los nombres de las personas o situaciones por las que quieres interceder; tal vez familiares tuyos o hermanos de la parroquia; también podría ser por situaciones graves que sucedan en tu país u otros países. No te limites pensando que no es bueno pedir por muchas cosas; el Señor desea escuchar tus inquietudes y tus buenos deseos en favor de tus semejantes.

Luego, coloca la lista de personas o situaciones en un lugar fácilmente visible para que, cada vez que la veas, eleves esas intenciones en oración al Señor, tal como lo hizo el centurión. Pídele que realice curaciones, que reconcilie las amistades o resuelva cualquier situación difícil que sea necesario.

Conforme pase el tiempo, irás descubriendo que Dios ha respondido a muchas de tus oraciones, entonces coloca una marca junto a lo que ya se ha resuelto. Esto te recordará que Dios está escuchando, aunque te parezca que aún no ha contestado otras oraciones. Y si llega la duda, revisa nuevamente la lista de oraciones contestadas y recuerda que Dios conoce y escucha las peticiones de su pueblo.
“Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.”
1 Timoteo 2, 1-8
Salmo 28 (27), 2. 7-9
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

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