domingo, 16 de febrero de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 160220


“No he venido a abolir la Ley y los Profetas : he venido a darle plenitud”

En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia (cf.Hch.10,35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello eligió al pueblo de Israel como pueblo suyo, pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a Sí mismo y los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y santificándolo para Sí.

Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la alianza nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo y de la revelación completa que había de hacerse por el mismo Verbo de Dios hecho carne. “He aquí que llegará el tiempo, dice el Señor, y haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá... Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus corazones, y seré Dios para ellos y ellos serán mi pueblo... Todos, desde el pequeño al mayor, me conocerán, dice el Señor” (Jr.31,31-34). Ese pacto nuevo, a saber, el Nuevo Testamento en su sangre (cf.1Co 11,25), lo estableció Cristo convocando un pueblo de judíos y gentiles, que se unificara no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyera el nuevo Pueblo de Dios (…) “un linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo de adquisición (...), que en un tiempo no era pueblo y ahora es pueblo de Dios” (1P 2,9-10).

Así como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le designa ya como Iglesia (cf. 2 Esd.13,1; Nm.20,4; Dt.23,1 ss), así el nuevo Israel, que caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne (cf.Hb.13,14), también es designado como Iglesia de Cristo (cf.Mt16,18), porque fue El quien la adquirió con su sangre (cf. Hch.20,28), la llenó de su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social.

Concilio Vaticano II
Constitución sobre la Iglesia “Lumen gentium”, § 9 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana)

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