lunes, 24 de febrero de 2020

Meditación: Marcos 9, 14-29

Todo es posible para el que tiene fe. (Marcos 9, 23)

Una realidad innegable es que nadie tanto como los padres desea ver sanos a sus hijos. Esto quedó dramáticamente ilustrado en la historia del padre del muchacho poseído que clamó a Jesús diciéndole: “Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!” El Señor, que vino a salvarnos, sanar nuestras enfermedades y expulsar a los demonios, ciertamente demostró que Dios está firmemente comprometido a sanar y liberar a sus hijos. Ahora, este hombre le pedía que se cumpliera ese deseo en su hijo.

¿Anhelamos nosotros ver que nuestros familiares o amigos sanen y lleguen a la fe en Cristo? ¿Tenemos el profundo deseo de que la Iglesia se levante como testigo resplandeciente de la gloria de Cristo? ¿Cómo deseamos ver que se manifieste el Reino de Dios en este mundo? ¿Oramos con sinceridad pidiendo “venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”?

La clave para desarrollar este grado de deseo y persistencia es la oración y el ayuno. Para orar correctamente y hacer una intercesión eficaz, debemos creer y confiar que “La oración fervorosa del justo tiene mucho poder” (Santiago 5, 16). Este convencimiento es útil para ponerse en la presencia de Dios y así poco a poco uno va aprendiendo a descubrir la voluntad divina; entonces cada cual puede orar de acuerdo con la voluntad de Dios.

Muchas veces es necesario ayunar para hacer la oración de intercesión, a fin de aquietar las apetencias del cuerpo y el alma, estar mejor dispuestos a entrar en la presencia de Dios y escuchar su voz. Hay diversos tipos de ayuno o privación que se pueden hacer. Por ejemplo, no mirar la televisión durante una o dos noches cada semana, reducir las porciones de comida, abstenerse de criticar o murmurar contra otras personas, o ponernos en presencia de Dios con mayor frecuencia. El ayuno no tiene que ser una carga insoportable, sino una disciplina que nazca del deseo de identificarse con la obra de Dios en nuestro mundo. La clave es saber que podemos llegar a ser colaboradores de Jesús para inaugurar su Reino con gracia y poder.

¿Estás dispuesto, querido lector, a hacer oración e incluso ayuno para contribuir a que el Reino de Dios crezca y se arraigue en la tierra?
“Jesús, Señor nuestro, concédeme un espíritu de intercesión y el deseo de ver que se manifieste tu Reino en este mundo.”
Santiago 3, 13-18
Salmo 19 (18), 8-10. 15
fuente Devocionario Católico la Palabra con nosotros

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