viernes, 21 de febrero de 2020

COMPRENDIENDO LA PALABRA 210220


El que pierde su vida por mí, la encontrará

¡Oh queridísima Muerte! Tú eres mi felicísimo lote. En ti, pues, encuentre mi alma un nido, oh muerte. ¡Oh Muerte, que produces los frutos de la vida eterna!, que tus flujos de vida me envuelvan entera. 
¡Oh Muerte, vida eterna!, que siempre espere bajo tus alas. ¡Oh Muerte saludable!, que en tus excelsos bienes mi alma encuentre su saludable morada. ¡Oh preciosísima Muerte!, tú eres mi queridísima riqueza. Oh, absorbe en ti toda mi vida y anega mi propia muerte.

¡Oh Muerte que vivificas!, ojalá me derrita bajo tus alas. ¡Oh Muerte de donde fluye la vida!, que una dulcísima chispa de tu acción vivificante arda en mí para siempre. ¡Oh Muerte cordialmente amada!, tú eres la confianza espiritual de mi corazón. ¡Oh Muerte amantísima!, en ti están todos los bienes; tómame bajo tu benévola protección, para que al morir descanse dulcemente bajo tu sombra.

¡Oh Muerte misericordiosísima!, tú eres mi vida felicísima. Tú eres mi mejor lote. Tú eres mi redención sobreabundante. Tú eres mi preciosísima heredad. Envuélveme totalmente en ti, esconde toda mi vida en ti y guarda en ti mi misma muerte. ¡Oh Muerte cordialmente amada!, en ese momento guárdame en ti para siempre, en tu amor paternal, como una adquisición y posesión eternas.



Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
Ejercicios Espirituales VII (Soledad Mariana); adapt. sc©evangelizo.org

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