lunes, 25 de agosto de 2014

La prisa es enemiga de la oraci

La realidad de una vida agitada se refleja en nuestra vida espiritual, lo que hace que la prisa sea enemiga de la oración.

Dice un antiguo dicho que la prisa es enemiga de la perfección. Lamentablemente, somos esclavos de la prisa, principalmente en la sociedad donde vivimos. Todo sucede a una velocidad muy rápida.Las noticias llegan hasta nosotros en el momento en que están aconteciendo. La comunicación está a un “click” de nuestras manos. En este mundo agitado donde vivimos, desaprendemos a saborear los momentos. En la prisa que nos invita a estar siempre agitados interiormente, hacemos todo con el impulso que la agilidad del tiempo nos exige.

Esa realidad de una vida agitada se refleja en nuestra vida espiritual. Enfermos del “síndrome de la prisa”, nuestro camino espiritual sufre las consecuencias de nuestra agitación. Rezamos tan rápido que no logramos vivir y sentir la fuerza profunda de la oración en nuestra alma.

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Mira cómo oras. La mayoría de veces, las oraciones que salen de nuestra boca no acompañan el ritmo de nuestra alma. Todo es veloz, cuando no, es muy mecánico. Cuando miramos esa realidad latente en nuestra vida de fe, percibimos claramente que la mayoría de veces estamos en “automático”.

¿Cuándo fue la última vez que saboraste internamente una oración del Padre Nuestro, rezada con calma y profundidad? De las celebraciones litúrgicas a las que participas, ¿cuántas has grabado con profundidad en tu corazón?

La vida espiritual requiere nuestra tranquilidad robada por las agitaciones. Nuestras oraciones necesitan de la calma y de la paz que nos permiten saborearlas internamente. Todo exceso de prisa nos roba una auténtica construcción de nuestra vida interior. Se hace necesario apagar el botón de “automático” cuando nos proponemos orar.

Muchas veces será necesario reaprender a descubrir en qué parte de nuestro corazón, se encuentra el lugar sereno que nos permite estar totalmente con el Señor. Distantes de nosotros mismos y sumergidos en la velocidad alucinante de la vida, estamos condenados a hacer de nuestros momentos espirituales apenas un momento más que no deja marcas profundas en nuestro camino espiritual.

Antes de comenzar a orar, es necesario disminuir la velocidad, respirar y después de adquirir la serenidad del alma, comenzar la oración. Soborea cada palabra que nuestra boca pronuncia y en el silencio del corazón, deja que broten las oraciones más sinceras que nacen de tu alma.

Reduciendo nuestra velocidad interior, vivenciaremos los momentos de oración como oportunidades de crecimiento espiritual y humano. Entre los muchos beneficios que un momento tranquilo de oración nos proporciona descubrimos que aunque tengamos poco tiempo para orar, ellos serán profundos.

Aprenderemos también a reaccionar con calma delante de las situaciones que necesitan de más serenidad para ser solucionadas. Aún experimentaremos que la paz de Dios puede ser una realidad en medio del tornado de demandas que la vida nos presenta.

flaviosobreiro-35Padre Flávio Sobreiro
Bachiller en Filosofía, Teólogo.
fuente Canción Nueva

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