viernes, 20 de noviembre de 2015

RESONAR de la PALABRA - 20 NOV 2015

Evangelio según San Lucas 19,45-48. 
Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras. 


RESONAR DE LA PALABRA
Queridas amigas y amigos:

El evangelio de hoy refiere un flagrante desalojo: Jesús expulsa del templo a los vendedores con un gesto provocativo y polémico. Sin duda que esta escena suscita preguntas nunca del todo aclaradas: ¿Qué explicación tiene ese “exceso violento” -algún evangelista alude a un improvisado látigo- de Jesús? ¿Cómo compaginarlo con su mensaje de paz, perdón y de misericordia universales? Si el mismo Jesús enseña que no hay que dar culto a Dios “ni en este monte ni en Jerusalén” sino en “espíritu y en verdad” (Jn 4, 21-23), ¿a qué viene esa defensa a ultranza de un espacio religioso que el mismo Jesús suprime e invalida? Tratemos de entender la Palabra de Dios para acoger su mensaje y sus exigencias.

La violencia del Cordero. ¿Cuál fue la verdadera razón del estallido de cólera de Jesús? ¿Qué es lo que verdaderamente él quería atacar al desalojar a los vendedores del templo? Con su gesto corrige contundentemente los abusos ocasionados por la mezcla deleznable de religión y comercio que se daba en el Templo: la falta de respeto, el cambalache, el lucro y el negocio a costa de lo sagrado. Lo interpretó aguzadamente san Agustín: “¿Quiénes son los que venden corderos y palomas? Los que en la Iglesia buscan su propio interés más que el de Cristo?”. Contra eso arremete Jesús. Si bien es verdad que volcó mesas y sillas de los cambistas, los evangelistas se cuidan de no presentar a Jesús golpeando a personas. Así expresa su indecible indignación ante el mal del mundo. Es la violencia de los pacíficos, la del no doblegarse ante la corrupción. Ch. Péguy lo denominaba “las grandes cóleras blancas”.

¿Dónde encontrar a Dios? El templo no será ya el único lugar para encontrar a Dios. Él no se confina en lugares determinados. Jesús purifica así la religión. Lo que cuenta es la relación personal y sincera con el Padre, no tanto los espacios ni las instituciones sagradas. Lo que importa es el encuentro y el auténtico servicio a Dios. Jesús depura y radicaliza la praxis religiosa al indicar que Dios está en los corazones de quienes le busquen y amen. El verdadero templo está “en espíritu y en verdad” y Cristo es el único enlace con la divinidad. Si esto es así, ¿cómo se explica la beligerante defensa que el mismo Jesús hace en esta ocasión del Templo? Jesús no despreció el Templo: Enseñaba en los montes, en la llanura, en el lago y, en sus últimos días, sobre todo en Jerusalén a la sombra del Templo. Lo cual nos está diciendo que debemos acostumbrarnos a ver a Dios en todas las cosas, pero también en los espacios donde ha querido vincular su presencia: En los pobres, en la Palabra, en la Eucaristía, en la comunidad reunida en su nombre, en los pastores de la comunidad, en la naturaleza y en la historia, en la propia conciencia... que son Templo de Dios.  

Juan Carlos Martos cmf
para Ciudad Redonda - Noviembre 2015

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