domingo, 26 de marzo de 2017

EL ACEITE

Angel Moreno
La presencia del aceite es muy rica en la Biblia, y su significado se puede considerar desde sus diferentes utilidades. El aceite es curativo, perfuma, unge, consagra, alimenta y sirve para iluminar.
El Domingo de Ramos se evoca la entrada de Jesús en Jerusalén desde el Monte de los Olivos. El olivo es signo de paz y de bendición,  recuerda el lugar donde Jesús se retiraba a orar. Junto al huerto de olivos estaba la almazara, el molino de aceite.
El Hosanna es el cántico en honor del que viene en el nombre del Señor y con él se recibe al Ungido, al Mesías, al Cristo, a Aquel que es esperado como Rey y Señor. Históricamente, la entrada triunfal se  escolta con ramos de olivo, árbol de cuyo fruto se obtiene el precioso líquido que sirve para fortalecer y para ungir.
El aceite sostendrá las lámparas encendidas de las vírgenes sensatas, y será el ungüento que el buen samaritano empleará para curar las heridas del que yace lastimado al borde del camino.
El aceite es la base de los perfumes. A Jesús le unge la mujer pecadora antes de padecer, y las santas mujeres también lo harán a la hora de sepultura del Señor, cuando llevan la mirra y el áloe.
A nosotros se nos unge con el óleo santo en el bautismo, y se nos derrama sobre el pecho y sobre la cabeza el aceite sagrado, por el que quedamos unidos a Cristo sacerdote, profeta y rey. En el sacramento de la confirmación y en la ordenación sacerdotal, se nos unge con el sagrado crisma; en la unción de enfermos, en los momentos más débiles se nos ayuda con el óleo santo.
En tiempo de Cuaresma se suelen encender lámparas votivas, elevar preces humildes, participar en los misterios de la Pasión del Señor y se hacen actos de contemplación y homenaje a Nuestro Señor y a su Santísima Madre. En muchas ocasiones se expresan con ofrendas de aceite para mantener la lámpara del Sacramento. También se nos invita a practicar la caridad.
Al llevar el ramo de olivo en la mano y  al hacernos conscientes de nuestra identidad de cristianos, que significa crismados, reavivemos la gracia por la que hemos sido consagrados y seamos signos luminosos para que quien nos observe sienta el atractivo de la fe.
fuente CIUDAD REDONDA

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