sábado, 25 de marzo de 2017

Meditación: Lucas 1, 26-38


La Anunciación del Señor

Hoy, nueve meses antes de la Navidad, celebramos el momento en que “la Palabra se hizo carne y vivió… entre nosotros” (Juan 1, 14). Aunque el mundo no lo vería hasta su nacimiento, desde el momento en que la Virgen María pronunció su fiat consintiendo a lo que Dios le pedía, Jesús estuvo presente en el mundo. Dios había tomado un cuerpo humano y venía a vivir en su creación para salvar a toda la humanidad, y con ello el curso de la historia universal quedaría para siempre transformado.

San Bernardo (1090-1153) dio una homilía sobre la anunciación titulada Alabanza a la Virgen María. Sus palabras nos ayudan a apreciar el drama y la seriedad de aquel momento tan decisivo antes de que María le respondiera al ángel Gabriel:

“Has oído, Virgen María, que concebirás y darás a luz un hijo por gracia del Espíritu Santo. El ángel espera tu respuesta, porque ahora debe regresar a Dios, que lo envió. Nosotros también esperamos tu piadosa palabra, Señora, porque somos los desdichados a quienes amenaza la condenación. El precio de nuestra salvación se te ofrece a ti, y si consientes, todos seremos de una vez liberados….

“Adán llora aquí con sus pobres hijos exiliados, esperando tu respuesta; Abraham está aquí con David y todos los santos patriarcas, que son tus antepasados, pero que viven ahora en el valle de sombras y de muerte. Todo el mundo está postrado a tus pies esperando. ¿Qué más pueden hacer, si de tus palabras depende la consolación de los desdichados, la liberación de los presos, el rescate de los condenados y, en una palabra, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza?

“Santísima Virgen, abre tu corazón a la fe, tus labios a la alabanza a Dios, tu seno al Creador. El Anhelado de las naciones golpea a tu puerta… ¡Levántate, corre, abre!”

La Virgen respondió al ángel y consintió a lo que Dios quería hacer en ella; dio su palabra y toda la humanidad recibió la Palabra. Este día en que celebramos el “sí” de María, ratifiquemos nuestro propio “sí” a Dios y consintamos a lo que él quiere hacer en nosotros. ¡Levantémonos, corramos y abrámosle nuestro corazón!
“Santísima Virgen María, qué bendecidos somos, porque con tu sí abriste las puertas del cielo para que nuestro Salvador, que nacería de ti, nos llevara allá por medio de la cruz.”
Isaías 7, 10-14
Salmo 40(39), 7-11
Hebreos 10, 4-10

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

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